Desde hace un par de meses la educación en línea dejó de ser una opción para convertirse en la única forma de tomar e impartir clases.
Algo para lo que ni profesores ni alumnos estaban preparados.
Entre el estrés de adaptar lo que quedaba del ciclo escolar a un curso digital, los problemas técnicos y la incertidumbre característica del momento, los maestros se han rifado tanto como han podido.
Sin embargo, ellos también se cansan y también hay días en los que no quieren ni encender la cámara web pero lo hacen. ¿Te has preguntado cómo se sienten ellos al dar clases en línea durante la pandemia?
Para conocer un poco de su sentir platicamos con tres profesores y tal vez al terminar de leer esto seas más empático con tus profes, porque también tienen su corazoncito.
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Citlali es maestra de una escuela primaria en Ecatepec. Está frente a un grupo de primer grado y nos cuenta que, aunque intenta mantener una buena actitud con sus alumnos, se siente muy frustrada.
La razón es que las clases en línea que imparte, para ella, no son realmente clases. Esto porque en el plantel acordaron usar Google Classroom y dejar actividades para que los niños trabajaran en casa, pero la comunicación con los padres de familia ha sido complicada.
Algunos de los papás le dijeron desde un principio que sus hijos no podían tomar las clases en línea, principalmente por tres razones: no tienen una buena conexión a internet, no le entienden a la plataforma o hay problemas familiares que les impiden acompañar a sus hijos en la clase.
“El primer día toda la clase se registró pero solo cinco niños se metieron a la clase. Los procesos de enseñanza y aprendizaje son muy difíciles”, nos cuenta Citlali.
La maestra menciona que los alumnos ya quieren regresar a la escuela porque les estresan las actividades en línea. Esa inquietud la ha llevado a explorar nuevas formas de dar clases en línea con sus propios recursos.
“Estoy viendo la opción de grabarme en video para dar indicaciones a los niños y que me vean. Quiero que sepan que aquí estoy”.
Por paz mental, Citlali quisiera que las autoridades fueran más claras con el protocolo de regreso a clases y que la SEP pudiera brindarles apoyo psicológico tanto a los niños como a los profesores.
“Falta apoyo psicológico para los niños y para los profesores. Me gustaría que la SEP pudiera darnos ese apoyo”.
Luz María , o Marilú como le dicen sus alumnos, es profesora de licenciatura de tiempo completo en la Universidad Pedagógica Nacional.
Ella nos cuenta que en la educación superior, pese a que los estudiantes están más familiarizados con el uso de la tecnología, dar clases en línea también es un reto.
En parte, porque en cuestión de días tuvo que mudar las clases presenciales al espacio virtual con las necesidades particulares de cada grupo.
Para sus asignaturas utiliza Google Classroom, Zoom y un grupo privado en Facebook donde comparte materiales didácticos. El estar al pendiente de las dudas de sus alumnos a través de múltiples plataformas la han hecho sentir estresada y con una carga extra de trabajo.
A Luz María no le gusta que sus alumnos tengan la cámara apagada porque dificulta la interacción, sin embargo, entiende que algunos estudiantes no lo hacen por rebeldes, sino por temor a mostrar las condiciones en las que están trabajando.
“Cuando doy las sesiones se vuelve difícil cuando tienen la cámara apagada. Pero no los obligo a encenderla porque es invasivo. Yo no conozco las condiciones en las que están trabajando”.
Un caso que llamó su atención en particular es el de una estudiante que en las clases presenciales es muy participativa, sin embargo, en línea dejó de interactuar por el bullying que sufría en las sesiones.
“Le pedí a una estudiante que comentara algo de la clase, ella no tenía la cámara encendida y cuando participó se escucharon gallos. Después de la clase mi alumna me mandó un mensaje para decirme que estaba angustiada porque en otras clases, cuando abría el micrófono los compañeros se burlaban de ella por el sonido de las aves”.
Además de sus compañeros, la alumna también recibió comentarios negativos por parte de otros maestros y eso ha disminuido su aprendizaje.
Por eso Marilú pide que los profesores sean más empáticos con los alumnos.
“A los profesores nos está faltando mucha empatía para entender las condiciones en las que están intentando estudiar”.
Josué Lugo imparte clases de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y en dos meses, su aula virtual ha sido víctima de cuatro ataques cibernéticos, algo que definitivamente rompe la dinámica de la clase. Y aun así tiene que continuar.
“Ya nos intervinieron cuatro veces las clases, con zoombombings. Estábamos dando clases, se metieron crackers y empezaron a rayar el pizarrón y a insultar”.
Se le dice zoombombing a la intrusión de un grupo de extraños que se cuela en una reunión de Zoom para promover discursos de odio.
Josué nos cuenta que en su experiencia ha notado que el blanco de los ciberataques son las clases que abordan temas de género, migración y derechos sociales.
Pero de entre todo lo malo, en una ocasión logró hablar con uno de los crackers y hasta le hizo recomendaciones para que sus clases no volvieran a ser atacadas.
Fueron estas:
“Se convirtió en una anécdota padre, pero los ataques casi nunca son experiencias padres”.
Por último, Josué nos cuenta que los problemas de estudiar en línea han existido desde hace décadas, pero justo la pandemia los visibilizó.
“En la educación a distancia el índice de titulación es bajísimo. No hay casi feedback, no hay registro de cómo inician y cómo terminan. Si empiezan la clase 25, terminan 3 o 4. Es muy difícil llevar la autogestión del conocimiento. Es un problema que ya existía pero que ahora se está visibilizando”.
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