Después que Meghan Markle y el príncipe Harry anunciaran su retiro de la Familia Real Británica para trabajar y ser financieramente independientes, hoy, la reina Isabel aprobó un periodo de transición para que su nieto y su esposa pasen un tiempo en Canadá y el Reino Unido.
La reina Isabel dijo que apoya totalmente la decisión de Harry y Meghan, peeeero que hubiera preferido que se dedicaran al 100 a sus labores reales.
“Esto es un tema complicado para mi familia; aún hay mucho trabajo por hacer”, expresó la reina.
La pareja hizo el anuncio por Instagram y mientras el mundo especulaba al respecto, la Corona respondió poco después que la discusión apenas comenzaba porque hay “asuntos complicados en los cuales trabajar”.
En pocas palabras: no tenían idea.
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Esta no es la primera (y probablemente no sea la última) vez que la reina Isabel debe enfrentar -y resolver- los conflictos familiares intentando tranquilizar el relajo mediático que se arma cada que uno de sus hijos, nietos o bisnietos respira, come o duerme.
La verdad es que, a sus 93 años, doña reina Isabel II ya debería dedicarse a descansar.
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La renuncia a la realeza que pretenden Meghan Markle y el príncipe Harry nunca había sucedido, aunque sí había sucedido que un rey abdicara.
¿Pooor? Para poder casarse con Wallis Simpson, una mujer estadounidense que se había divorciado en dos ocasiones. Además, a Wallis la rechazó la Iglesia anglicana, que él mismo dirigía.
Por esto, su hermano, el rey Jorge VI, papá de la actual monarca, lo sucedió; al morir él, Isabel II tomó el trono y el resto de la historia ya la sabemos.
La princesa Margarita, hermana de la reina Isabel, ha sido, desde joven, todo un tema en la familia real por ser considerada “rebelde” (acá opinamos que, más bien, quería ser una persona normal).
Le apodaron “la princesa rebelde” porque desafió las tradiciones y férreos convencionalismos de la Corona y en 1960 se casó con el fotógrafo de moda y cine Antony Armstrong-Jones, de quien se divorció en 1978.
Su boda sucedió después de haber renunciado a casarse con Peter Townsend, quien era divorciado y la realeza se opuso a su unión.
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1992 no fue para nada el año de la reina. Y es que tuvo que enfrentar los inestables matrimonios de tres de sus cuatro hijos. La separación más dura fue la del príncipe heredero, Carlos, y la princesa Diana, tras once años de tumultuoso matrimonio. Se divorciaron cuatro años después.
Ese mismo año, el príncipe Andrés, segundo hijo de Isabel II, se separó de Sarah Ferguson, quien fue fotografiada topless al borde de una alberca en el sur de Francia. Pero eso no es todo, junto a ella estaba su asesor financiero lamiéndole los dedos de los pies. ¡OMG!
A pesar de su divorcio, en 1996, Andrés y Sarah mantienen buenas relaciones y la duquesa de York todavía vive en el domicilio de su ex esposo.
La única hija de la soberana, la princesa Ana, se divorció de su primer esposo, Mark Phillips, tres años después de su ruptura, muy mediatizada, en 1989.
Este escándalo es un tanto más fuerte.
La amistad que mantuvieron en el pasado el príncipe Andrés y el financiero estadounidense Jeffrey Epstein le costaron unas acusaciones particularmente graves desde que este último, sospechoso de haber explotado sexualmente a menores, se suicidó en prisión.
Una estadounidense, Virgina Roberts, afirma que fue forzada a tener relaciones sexuales con el príncipe Andrés cuando era menor y se encontraba bajo el yugo de Epstein.
Cuando trató de defenderse en una entrevista con la BBC, el príncipe dio una imagen mala, malísima. Todo el mundo pensó que sus desmentidos juzgados eran poco convincentes, además de que no dio muestras de arrepentimiento por su amistad con Epstein y dedico poca empatía a las víctimas.
Muchas de las empresas y universidades con las que colaborara decidieron prescindir de él, y desde entonces, se tuvo que retirar de la vida pública y trata de ser discreto.