En 2017, Sarah*, una actriz que vive en Londres, fue víctima del delito de robo de identidad.
“Llegué a casa un día y me encontré con una sorpresa en el buzón”, recuerda.
“Había allí dos tarjetas de crédito nuevas que no había pedido y una carta de un banco denegándome otra, que tampoco solicité”.
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Tuvo que gastar 200 dólares en servicios de verificación de crédito para tratar de averiguar dónde se habían originado las peticiones que ella no había hecho.
El robo de identidad es constante en Europa, así como en otras regiones del mundo.
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En Reino Unido, el Sistema de la Industria del Crédito para Evitar el Fraude (CIFAS, por sus siglas en inglés), una entidad sin ánimo de lucro con representación del sector público y privado, registró 190,000 casos tan solo el año pasado.
Y que nuestras vidas sean cada vez más digitales es campo fértil para los que se dedican a robar información personal.
Pero entonces ¿cómo podemos mantener segura nuestra identidad digital?
Sin embargo, no siempre es la mejor opción.
En abril de este año, Facebook admitió que millones de contraseñas de las cuentas de usuarios de Instagram estaban almacenadas en sus sistemas en un formato de lectura que era vulnerable a ataques.
También hubo un robo digital de grandes proporciones. El año pasado el portal de internet Quora fue hackeado, comprometiendo los nombres y los correos electrónicos de 100 millones de usuarios.
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Recientemente, Yahoo! saldó con un acuerdo de 117.5 millones dólares una demanda colectiva por el hackeo masivo que afectó a unos 3,000 millones de usuarios entre 2012 y 2016. Los piratas informáticos se hicieron con correos electrónicos y contraseñas.
Tampoco sorprendió que Microsoft anunciara el año pasado que la compañía está planeando “matar” la contraseña y comenzar a utilizar datos biométricos o una clave especial de seguridad para que se acceda a sus cuentas.
La consultora en tecnologías de la investigación Gartner predice que, para 2022, 60% de las grandes marcas e incluso medianas empresas reducirá a la mitad su dependencia para con las contraseñas como método de acceso para sus usuarios.
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“Las contraseñas son lo primero por lo que empiezan los hackers“, le dijo a la BBC Jason Tooley, director de Veridium, una empresa dedicada a prestar servicios de autentificación biométrica.
Dejar ese sistema a un lado no sólo es un paso en la mejora de la seguridad, también ahorra tiempo a los departamentos de soporte técnico, que dedican horas y horas a restablecer claves olvidadas.
“El costo asociado al uso de contraseñas es de hasta 200 dólares por empleado, sin incluir la pérdida de productividad”, explicó Tooley.
“Para una organización grande, de más de 1,000 empleados, eso es un costo enorme”, añadió.
Philip Black es el director comercial de Post-Quantum, una compañía que diseña poderosos sistemas de encriptación para proteger la información.
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“Hay que crear y usar tantas claves que se vuelve algo inmanejable, así que la gente termina utilizando el mismo código para todo y eso es lo que crea la vulnerabilidad”, dijo Black.
Una nueva serie de reglas de la Unión Europea fue diseñada para lidiar con el problema.
La Segunda Directiva de Servicios de Pago (PSD2) les exige a los negocios usar al menos dos vías para autentificar la identidad de un usuario.
Puede ser mediante algo que el cliente tenga en su poder (como una tarjeta del banco), algo que solo él sabe (como un PIN) o una característica propia, entre las que se incluyen los datos biométricos.
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Aunque los tokens, las contraseñas y los códigos enviados por mensaje de texto dominaron hasta ahora este tipo de validaciones, el interés en la biométrica está aumentado.
De acuerdo a la encuesta sobre fraude bancario de la consultora KPMG, en 2019, 67% de los bancos está invirtiendo en medidas biométricas como huellas digitales, patrones de voz y reconocimiento facial.
Con los últimos modelos de teléfonos móviles, muchas personas ya tienen el hardware necesario en sus bolsillos.
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Una investigación hecha en Reino Unido, por ejemplo, señaló que una quinta parte de los residentes del país tiene un celular que puede escanear huellas digitales. Y ese número está creciendo de manera acelerada.
En septiembre, investigadores chinos demostraron en una conferencia en Shanghái que era posible obtener las huellas digitales de alguien con una fotografía tomada a larga distancia.
Ahora, si es difícil recomponer una contraseña, tratemos de cambiar nuestra huella digital.
Para aumentar la seguridad, la compañías están confiando en la autenticación multifactor (MFA), que busca identificar a los usuarios usando todas las formas posibles.
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Esto incluye no solo el PIN y escaneo de huellas digitales, sino también la ubicación, el historial de compras, sus patrones de movimiento y la identidad telefónica. Hasta la manera en la que agarran el teléfono móvil.
“No, una combinación de factores va a reemplazar las contraseñas. Estamos y deberíamos avanzar hacia esto”, dice Ali Niknam, director ejecutivo de Bunq, un servicio de banca móvil.
Sin embargo, existe el riesgo de que la autenticación multifactor, aunque segura, haga que el proceso sea aún más complicado.
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Si no sabe qué es lo se está usando para verificar su identidad en internet, ¿cómo va un usuario a proteger esa información?
“Ahora cuido que mi fecha de nacimiento o mi dirección no esté en ningún lado”, cuenta Sarah.
“Tengo 33 años, soy relativamente joven y estoy familiarizada con la tecnología, pero no estoy segura de saber cómo ser más cuidadosa“, reconoce.
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