Calaveras, brujas, casas embrujadas, vampiros, fantasmas… figuras e imágenes como estas nos atraen casi tanto como nos asustan. En estas fechas expresamos al máximo esta extraña fascinación: adornamos, nos disfrazamos, hacemos fiestas y hasta nos exponemos voluntariamente a un buen susto.
Pero, ¿por qué nos disfrazamos en Halloween y Día de Muertos? y más importante aún, ¿por qué nos gusta asustarnos? (Ok, ok, no a toda la gente le gusta pegar un brinco).
Para empezar a responder esta pregunta, tenemos que analizar lo que ocurre en nuestro cerebro cuando nos asustamos. Este es un órgano profundamente complejo. Más de 100 mil millones de células nerviosas conforman una intrincada red de comunicaciones, y es el origen de todo lo que sentimos, pensamos y hacemos, incluyendo un buen susto.
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El miedo es una reacción en cadena que sirve como un sistema de alarma del cuerpo ante una posible amenaza. Es completamente autónoma y evolutivamente ha ayudado a los animales -incluido el ser humano- a mantenerse con vida.
El proceso comienza con un estímulo aterrador (una araña, un payaso, un asesino en una película de terror o incluso alguien que quiere asaltarte). Termina con una cascada de hormonas que provocan toda una serie de reacciones en nuestro cuerpo. Entre estas hormonas están la adrenalina y la noradrenalina, que te aceleran el corazón, te hacen respirar más rápido y también pueden ser un poco adictivas.
Karime Fajer, psicoterapeuta y fundadora de Héroes. Psicología pop, señala que cuando el cerebro se da cuenta de que tu vida realmente no está en riesgo y de que el monstruo de la película no va a salir de la pantalla a comerte, se activa una reacción que libera oxitocina -la llamada hormona del amor- y dopamina, que nos hace sentir placer, bienestar y relajación.
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Junto con la adrenalina que se libera justo al momento de asustarnos. Estas hormonas forman una mezcla perfecta que puede ser placentera, y darte una sensación de euforia, mezclada con felicidad y relajación, apunta Karime. Como cuando te subes a una montaña rusa o te lanzas en paracaídas.
Peeero… ¡ojo! Para que asustarse sea algo placentero, el cerebro tiene que darle la señal a tu cuerpo de que el peligro no es real y de que no es necesario huir o pelear por tu vida. Esto ocurre cuando nos asustamos en un ambiente ‘controlado’: la casa embrujada de una feria o un salto en bungee.
Karime nos recuerda que, aunque asustarse de a gratis no es algo que les guste a todos, “la respuesta de nuestro cerebro y la segregación de hormonas que implica un ‘susto seguro’, puede ser muy placentero. Además, se agrega el hecho de que no son sensaciones cotidianas y eso es atractivo para muchos”.
Ilustración: IG @driu.paredes / @re_ilustrador
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Las fiestas de disfraces y otras tradiciones de estas fechas pueden traer varios beneficios psicológicos.
“Uno de ellos es aprender a manejar las respuestas de estrés y aprender a diferenciar cuando son adaptativas o desadaptativas, cuando son necesarias y cuando son controlables. Esto le ayuda mucho a los niños porque así pueden diferenciar entre la lo que es real y lo que no”, apunta Karime.
La posibilidad de relajarse y desinhibirse es una de las razones por las que disfrutamos más del Halloween y del Día de Muertos (en este también influye que recordamos a nuestros seres queridos). Es de las pocas festividades del año en el que las personas se permiten disfrutar, olvidarse de la rutina y exponerse a algunos sustos ‘sanos’.
La adrenalina, oxitocina y dopamina son un coctél perfecto para reducir el cortisol, otra hormona que vamos acumulando cuando nos estresamos en el trabajo, en la escuela, en la casa, en el tráfico… bueno, ya entendiste.
Incluso hay estudios que señalan que asustarnos en un ambiente controlado de vez en cuando podría ayudarnos a reducir nuestros niveles de estrés o ansiedad, y darnos una especie de sensación de bienestar.
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Halloween y Día de Muertos son momentos en los que “tenemos algo que llamaremos ‘permiso social’. Esto implica tener un momento en el que salir de la norma está socialmente permitido. Podemos disfrazarnos, gritar, asustar gente, cambiar de personalidad, actuar como alguien o algo que no somos normalmente”, dice Karime.
Las máscaras y los disfraces nos permiten fingir ser alguien más o experimentar otras facetas de nuestra personalidad que en otros momentos del año podrían no ser tan aceptados.
“Alejar la mente de lo cotidiano es sumamente placentero y hay reacciones fisiológicas de excitación que acompañan a la experiencia”, asegura Karime.
Además, personajes como Drácula, Frankenstein, las momias, los hombres lobo y otros monstruos nos fascinan porque representan algo diferente y oculto, raro de ver y por eso fascinante. Karime señala que son criaturas con componentes humanos, los cuales nos permiten identificarnos con ellos y sentirlos un poco menos amenazantes.
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“Todos tenemos una parte un poco más oscura de nuestra personalidad. Esta tiene su origen -antropológicamente hablando- en la parte animal y primitiva del ser humano. Es absolutamente normal” y estas fechas permiten expresarlo de manera segura, señala esta psicoterapeuta.
A todo esto se le suma que podemos explotar nuestra creatividad con las decoraciones y disfraces, divertirnos con amigos y familia, comer muchos dulces y relajarnos un rato. “Todo esto implica un juego, es salir del día a día y eso siempre es bueno”, afirma la psicoterapeuta.
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