Mario Molina fue uno de los científicos mexicanos más brillantes de nuestro tiempo.
Gracias a él, su investigación y su trabajo incesante, entendimos cómo los humanos dañamos la capa de ozono con acciones que creemos “inocentes”.
Ahora, cada que veas a alguien utilizando alguna lata de aerosol, cuando uses el aire acondicionado o cuando tu refrigerador haga algún ruidito, pensarás en Mario Molina y su investigación.
Te recomendamos: Murió el científico mexicano Mario Molina, Premio Nobel de Química
En pocas -poquísimas- palabras: Mario Molina y su equipo descubrieron cómo los aerosoles pueden dañar la capa de ozono.
Repetimos: eso es a muuuy grandes rasgos, así que vamos paso a paso a entender cómo lo hicieron:
Primero, hay que saber que en 1985 un grupo de científicos descubrió que había un agujero en la capa de ozono en la zona de la Antártida.
Para entender la importancia de la capa de ozono, debemos saber que es una especie de “burbuja” que envuelve nuestro planeta y actúa como filtro para la radiación ultravioleta que produce el sol. Algo así como el bloqueador natural del planeta.
Te recomendamos: Crisis climática: los 9 puntos del no retorno que ponen en peligro a la humanidad
Cuando se descubrió el agujero en esa “burbuja”, la comunidad científica comenzó a preguntarse más seriamente qué lo causaba y cómo podría detenerse.
Hasta aquí todo claro. Pues bien, el análisis de Mario Molina inició cuando fue becario de posdoctorado en el equipo de investigación del profesor Sherwood Rowland, en Irvine, California.
Este doctor le dio varias opciones para comenzar a investigar, y Molina eligió el de los clorofluorocarbonos o CFC.
Su trabajo fue analizar esas cositas diminutas que son componentes químicos que encontramos en: aparatos de aire acondicionado, refrigeradores, aerosoles, etc.
Checa: Qué pasaría en México si no hacemos algo por frenar la crisis climática
¿Para qué usamos esos componentes? Bueno, pues los CFC se inventaron como refrigerantes para, según explicó en su momento el propio Molina, sustituir otros compuestos tóxicos que se acumulaban en el medio ambiente.
“Debido a su diseño se usaron, además, como propelentes en latas de aerosol, lo que provocó que tuvieran éxito comercial”, dijo a la revista ¿Cómo ves?, de la UNAM.
Un propelente de aerosol es como un gas que contiene un líquido atomizado muy finamente.
¿Recuerdas el spray para el cabello de tu mamá? Ese es un propelente de aerosol.
“Nos preguntamos si se acumularían (los CFC) indefinidamente o habría un proceso natural de eliminación”, explicó a la misma revista de la UNAM.
La conclusión fue que estos componentes químicos, aunque diminutos, son sumamente estables y no se descomponen fácilmente en la superficie terrestre.
¿Entonces? Pues pueden elevarse hasta 15 o 20 kilómetros del suelo, y adivina a qué altura comienza la capa de ozono… exacto, alrededor de los 15 km.
“A esa altura encontrarían radiación solar de onda corta que no llega a la superficie debido a la existencia de la capa natural de ozono, que hace las veces de filtro”, explicó el académico.
Cuando los CFC llegan a esa altura es cuando se descomponen y sus moléculas se rompen, pero no son tan inocentes como se lee.
Su descomposición tiene consecuencias: la capa de ozono es vulnerable y estos productos funcionan como catalizadores; es decir, que su reacción química se aumenta.
¿Es malo? Mucho. Un solo átomo de cloro puede destruir decenas de miles de moléculas de ozono y el desgaste de la capa de ozono tiene consecuencias para los humanos, como mayores riesgos de cáncer de piel por la sobreexposición a los rayos UV.
El trabajo del doctor Molina no sólo le valió el Premio Nobel de Química en 1995, sino que provocó cambios legislativos en todo el mundo e impulsó la firma de acuerdos internacionales.
Después de publicada su investigación, en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal.
Checa: Obama otorga a Mario Molina la Medalla Presidencial de la Libertad
Este acuerdo logró que los países se comprometieran a reducir la producción y consumo de sustancias que dañan la capa de ozono.
Según la ONU, desde que se firmó el protocolo, en 1987, y hasta 2014, se logró eliminar más de 98% de las sustancias que agotan la capa de ozono y también se redujeron 135 mil millones de toneladas de emisiones acumuladas de CO2.
Son logros importantes, sí, pero aún falta mucho por hacer.