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Ago 06/2019

Las razones científicas de por qué todos somos Kevin

Foto: AFP

Con apenas 18 años, el joven clavadista Kevin Berlín ganó hoy la medalla de oro en la plataforma de 10 metros en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Incluso venció a su ídolo, el veterano Iván García el ‘Pollo’, que obtuvo la plata en la misma categoría.

Tras subir a lo más alto del podio y ganarse un lugar en los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Kevin declaró en una entrevista para FOX Sports que su presea dorada “es una prueba de que los flojos sí podemos hacerla”.

“Yo soñaba con ir a unos Juegos Olímpicos, pero no con estar en Tokio porque me han estado diciendo ‘eres muy flojo’. La verdad sí soy flojo, porque me tienen que estar arreando. Soy de esos a lo que les dicen ‘haz cinco’ y yo hago tres, pero las hago bien. Pero no sé por qué dicen que si eres flojo no puedes lograr algo”, dijo el veracruzano.

¿Cómo surgió #TodosSomosKevin?

Fueron estas declaraciones las que desataron una ola de comentarios en redes sociales bajo el hashtag #TodosSomosKevin con el que miles de usuarios apoyaron al clavadista y mostraron cuán identificados se sentían con sus palabras.

Y es que todos en algún momento (o varios) hemos dejado para después lo que debíamos hacer hoy. Como cuando dices que vas a correr todas las mañanas, pero apagas el despertador en cuanto suena; o cuando tienes un proyecto muy importante, pero esperas al último momento para empezarlo.

Pero si la recompensa puede ser incluso ganar una medalla de oro, ¿por qué a veces retrasamos tareas importantes o buscamos hacer el menor esfuerzo posible? La ciencia podría tener algunas hipótesis de por qué todos somos Kevin.

La amígdala del “mañana lo hago”

¿Alguna vez has pospuesto una tarea importante para, digamos, ordenar tus playlist en Spotify o depurar tu lista de amigos en Facebook?

A esto se le llama procrastinación y, según un estudio de la Universidad Ruhr (Alemania), podría no ser un asunto de flojera, sino de conexiones cerebrales.

Los investigadores escanearon el cerebro de 264 personas y descubrieron que aquellos con una amígdala más grande -encargada de procesar nuestras emociones y motivación- sienten más ansiedad al hacer cierta tarea, debido a los sentimientos negativos que le asocian (como aburrimiento, estrés, inseguridad, frustración, etc.).

Esto provoca que duden más al hacer ciertas labores y las pospongan con más frecuencia.

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(Giphy)

También observaron que la conexión cerebral que nos permite estar concentrados y evitar emociones o distracciones era más deficiente en aquellos que solían postergar tareas.

Los investigadores sugieren que la calidad de esta conexión podría explicar porqué algunas personas son menos proactivas y más distraídas que otras.

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No es flojera, sino un mal manejo de emociones

“La procrastinación es un problema de regulación de emociones, no un problema de gestión de tiempo o de flojera”, señala un estudio de la Universidad de Sheffield (Reino Unido).

En el estudio, los investigadores descubrieron que procrastinamos porque le damos mayor importancia a la “reparación del estado de ánimo a corto plazo” que al “objetivo de las acciones planeadas a un plazo más largo”.

¿O sea qué? Es decir, que preferimos hacer tareas más sencillas (cómo añadir nuevas series o películas a tu lista de Netflix) que nos generen un sentimiento positivo inmediato, que lidiar con los estados de ánimo negativos (estrés, ansiedad, frustración, etc.) que implican las tareas más complejas.

Y así procrastinamos hasta el infinito.

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(Giphy)

¿Por qué nos cuesta tanto levantarnos e ir al gym?

Podría no tratarse sólo de flojera, sino de la falta de dos genes clave, encargados de controlar una proteína que se activa al hacer ejercicio y ayuda a elevar el rendimiento de los músculos.

Un estudio de la Universidad de McMaster (Canadá) se puso a observar a un montón de ratones mientras corrían para descubrir el papel de estos genes. “A los ratones les encanta correr”, señala el documento, “mientras que los ratones normales pueden correr varios kilómetros, aquellos sin estos genes corren distancias muy cortas”.

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(Giphy)

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El estudio encontró que los ratones sin estos genes tienen niveles más bajos de mitocondrias (básicamente los centros de energía de las células) y que a sus músculos les cuesta más trabajo absorber glucosa al hacer actividad física.

Aunque el estudio no se ha replicado en humanos, los hallazgos señalan que al reducir el nivel de actividad física, el volumen de mitocondrias de los músculos, baja y, por tanto, puede hacer que cueste más hacer ejercicio.