Ojo: Este texto contiene spoilers de Attack on Titan, hasta el final de la primera mitad de la última temporada.
Uno de los principales ejes temáticos de Attack on Titan es la búsqueda de la libertad frente a las fuerzas que nos oprimen. En las sociedades brutales de Paradis y Marley, todos los personajes se encuentran atrapados en un ciclo de violencia que comenzó mucho antes de que nacieran y que nadie sabe cómo habrá de terminar.
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Las narrativas históricas siempre están cambiando: ¿Nacemos libres o nos hacemos luchando? ¿Es posible la redención, tanto individual como histórica? ¿Ymir fue una liberadora o una conquistadora? ¿Karl Fritz fue un pacifista o un cobarde? ¿Más allá del mar se encuentra la hecatombe o la esperanza? ¿Cuál es el costo de la libertad?
Aquí entra Eren Jaeger, el personaje principal. Desde el inicio de la historia, su postura existencial es clara: nacemos siendo libres y cualquier fuerza que amenace nuestra libertad merece la extinción, sean criminales, humanos perezosos, titanes o naciones enteras.
Hay aquí una cosa curiosa: Eren, más que ser libre, lo que quiere es no ser un esclavo. Y esa es una distinción importante. Su idea de libertad, incluso si al inicio no se da cuenta, está fundamentada en una noción de individualidad extrema: mi libertad depende de que ninguna persona pueda decidir sobre mí y, para lograr esto, debo de ser más fuerte que el resto.
Conforme avanza la historia, Eren se fortalece y radicaliza cada vez más, como producto de la frustración resultante de descubrir que la vida es más compleja que un “buenos contra malos”.
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En un principio, Eren pregona luchar por la libertad humana. Cuando se descubre portador del Titán de Ataque (y, por lo tanto, portador de un poder que nadie más en su grupo tiene y que lo vuelve una pieza clave para la “liberación de la humanidad”), asume que su misión es convertirse en un monstruo y exterminar su propia humanidad en búsqueda de ese “bien mayor”.
Los titanes no son fuerzas de la naturaleza, sino seres humanos. Los seres humanos que ama, como Reiner, Bertolt o Annie, pueden traicionarlo. Quienes lo traicionan, no siempre tendrán motivaciones oscuras y muchas veces podrán estar luchando por la misma libertad que él.
La definición de “libre” y “esclavo” no es fija y está sujeta a múltiples narrativas y fuerzas históricas. Y, sobre todo, como señala el videoensayista Soul en su ensayo The Genius of Eren Jaeger’s Character, Eren no es especial simplemente por tener un poder extraordinario, del mismo modo en que el círculo de la violencia no depende de su voluntad individual para ser quebrado.
Ante la frustración acumulada con el tiempo, Eren llega a una terrible conclusión: no es que nacemos siendo libres y alguien nos arrebata esa libertad, es que porque nacemos no somos libres, y la única manera de aspirar a la libertad es la homogeneización absoluta y la exterminación de la otredad. Es decir: el fascismo.
Este plan encuentra, en parte, su génesis y espejo en la historia de Zeke, su medio hermano. Lo mismo radicalizado y abandonado afectivamente por Grisha, el padre de ambos, su vida fue dañada de manera irreparable no sólo debido a las fuerzas históricas y políticas que lo oprimían en tanto perteneciente al pueblo eldiano, sino también por los fútiles intentos por cambiar la historia.
Después de una vida de trauma, Zeke llega a una conclusión: la única manera de eliminar el sufrimiento es erradicar su causa desde la raíz: la vida misma. Es un “mamá, yo no pedí nacer” llevado al extremo. Su plan de utilizar el poder del Titán Fundador (el “plan de eutanasia”) para provocar la esterilización masiva de los eldianos no es más que un genocidio de largo aliento que, desde su perspectiva, nace desde una compasión profunda, un traumatizado lugar de amor. Un espejo más se encuentra en los personajes de Reiner, Bertolt o Gabi: figuras que se asumen del lado de su opresor sea para conseguir una mejor vida o sea para expiar su culpa.
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Estas perspectivas me parecen interesantes porque, de algún modo, reflejan cómo uno puede llegar a radicalizarse hacia ideologías fascistas cuando pone el sufrimiento por la opresión al centro de la vida (incluso si sólo es percibida, como sucede en el caso de cierta población blanca de Europa o Estados Unidos, por poner un ejemplo).
Si la decepción nos hace alejarnos de la otredad en vez de encontrarnos en ella, es difícil que nuestra mente logre resistirse a la seducción de los discursos que suponen que es en el mero hecho de la otredad donde está la génesis de toda violencia, en vez de apostar por una transformación más compasiva, diversa y pacifista.
Aquí, de hecho, cabe la pregunta ¿por qué Zeke y Eren apuestan por soluciones fascistas, mientras que otros personajes, como Armin, Hange, Levi, Falco o Mikasa, no?
Imaginaría que tiene que ver con otra apuesta. Armin, por ejemplo, comparte la motivación de ser libre (y una historia de orfandad y pérdida no muy distinta a la de Eren, por cierto), sin embargo, la emoción que lo alimenta no es la venganza, sino la curiosidad. A diferencia de Eren, Armin es capaz de imaginar un mundo más allá de todas las murallas porque su interés no está en exterminar a todos los titanes, Armin quiere ver el mar.
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Los otros personajes que apuestan por salidas similares al círculo de la violencia comparten una visión similar: Hange cree que el conocimiento será lo que nos libere, Falco reconoce de inmediato la humanidad de los eldianos a partir de observar su sufrimiento, Sasha (que R.I.P. en F) reconoce que necesita de otras personas para sobrevivir, Levi repudia la noción de las muertes sin sentido e incluso Reiner, el espejo narrativo de Eren, encuentra su posible redención a través de renunciar a su identidad como “guerrero”, aquel que legitima su existencia a partir de su capacidad para triunfar en la guerra.
En este sentido, creo que Eren y Zeke representan dos formas en que una persona puede llegar a radicalizarse hacia el fascismo incluso partiendo de ideales aparentemente nobles.
Tanto Eren como Zeke son incapaces de romper el círculo de violencia que los oprime porque no pueden mirar más allá de la misma violencia: para ellos, la existencia de la otredad es el problema, no un posible punto de encuentro y reconciliación. Quienes leemos el manga sabemos ya cómo (casi) termina la historia y cómo se resuelve este tema. Yo, por ahora, la voy a dejar hasta ahí.
Aquí va un paréntesis largo, pero necesario:
En medio de una historia con exploraciones tan complejas de la opresión, la historia y la violencia, se encuentra una cuestión en la que no entraré a detalle pero no quiero dejar de mencionar: la ambigüedad con la que presenta sus posiciones políticas.
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Lo mismo ha sido interpretada como una historia anticolonialista que como una profascista y no es gratuito que tanto el anime como el manga gocen de mucha popularidad entre simpatizantes de la derecha.
En un ensayo del canal Just Write (que fue dado de baja por infracciones de copyright y que, al menos al momento de escribir este texto, se encuentra bajo apelación) , Sage Hyden argumenta que este problema nace como un conflicto entre texto y subtexto: si bien, el texto es una historia que parece ser abiertamente antifascista, el subtexto la contradice en múltiples ocasiones [como con la explícita alegoría del pueblo eldiano con el pueblo judío y la explícita invención de “razas”, por poner sólo uno de varios ejemplos problemáticos].
¿Este conflicto es intencional o no? Nadie sabe. Hajime Isayama, el autor, ha insistido en que su manga es “apolítico” y no pedagógico, incluso si, bueno, estamos hablando de una historia que incluye armas de destrucción masiva, campos de concentración, guerras entre naciones, conflictos raciales y hasta un golpe de Estado.
En su ensayo, Hyden concluye que, aunque no hay forma de saberlo a ciencia cierta, él cree que este conflicto se debe más a descuidos de Isayama que a una intención fascista abierta. Varias cuestiones, como el hecho de que Eren claramente se convierte en el antagonista final de la historia, me hacen coincidir. Sin embargo, el peligro de una alegoría demasiado ambigua y no muy bien trabajada ya está ahí.
(Fin del paréntesis largo, pero necesario).
Reconociendo esto, y si me lo permiten rápidamente, quiero aprovecharme de esa ambigüedad por un segundo para quedarme con una lectura un poco más optimista de la historia y pensar que existen algunos elementos que también indican que existe una posible lección en ella, si es que acaso existe algo así como una “lección” en la ficción: que nadie existe, ni se libera, ni se oprime en individualidad, porque todos estamos interconectados, desde mucho antes de nacer, hasta mucho después de haber desaparecido de esta tierra.
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