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Jul 25/2019

Evangelion: dos respuestas al dolor de amar (en la serie y la película)

Este texto tiene spoilers de Evangelion, tanto del anime, como de la película. Si no has visto ninguno de los dos te recomiendo mucho que lo hagas, de lo contrario, es posible que no entiendas mucho. Aunque por otro lado estamos hablando de Evangelion, de todas formas nadie entiende nada.

Si dos erizos tienen mucho frío tendrán que tomar una decisión. O se acurrucan para calentarse con sus cuerpos o se mantienen alejados y soportan el frío en soledad.

“Cuanto más se acercan, más se lastiman con sus espinas. Así también es la gente”, explica la doctora Ritsuko Akagi en el anime Neon Genesis Evangelion

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La capitana Misato Katsuragi le responde: “Crecer es intentar una y otra vez seguir el método de prueba y error para calcular la distancia correcta y así evitar herir al otro”.

El “dilema del erizo” para entender Evangelion

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer propuso el “Dilema del Erizo” en su obra Parega und Paripolema para ilustrar una de las más dolorosas realidades humanas: acercarse a la gente duele. 

El dolor es inseparable del amor porque el acto de relacionarse con otras personas supone siempre la posibilidad de que esa relación pueda terminar.

Traiciones, peleas, separaciones, muerte: si en algo podemos confiar es que el amor se acaba, sin importar el esfuerzo que dediquemos en fantasear que no será así.

Si Shinji Ikari no se quiere subir al maldito EVA es porque su personaje es la principal representación que la serie elabora del dilema. 

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Evangelion y sus dos finales: el anime y la película

Los dos finales de Evangelion —el de los capítulos 25 y 26 del anime y el de la película The End of Evangelion— plantean literalmente lo que ocurriría con el mundo si la decisión dependiera de una sola persona. 

Shinji debe elegir entre preservar las relaciones humanas a pesar del dolor que conllevan —el final de la serie— o eliminar el dolor fusionando todas las conciencias humanas en una única sopa primordial que borre las barreras entre las personas y, por lo tanto, su individualidad —el final de la película—.

La decisión de Shinji no es trivial; en realidad es una elaboración muy precisa del fenómeno psicológico que nos permite desarrollarnos como individuos. 

Me explico: cuando nacemos, nuestra conciencia no está completamente desarrollada. El mundo solo es uno: nosotros y nuestras necesidades.

Nuestra madre, que suele ser nuestra principal cuidadora, no es sino una extensión de nuestra existencia, la fuente de cuidado a la que invocamos cuando necesitamos ser alimentados o protegernos del frío

Conforme vamos creciendo y nuestra mente se va desarrollando comenzamos a entender que esa fuente de cuidados es una persona separada de nosotros, un “otro” con autonomía propia

La existencia del “otro” 

El reconocimiento de que existe “un otro” que no es nosotros es absolutamente necesario para desarrollar nuestra subjetividad: sólo podemos reconocer nuestra existencia a través del reflejo de la otra persona.

Nuestra madre se convierte en un espejo.

Pero éste es un descubrimiento abrumador: si existen otras personas con autonomía y deseos propios ellas podrían lastimarme, podrían querer cosas distintas a mí, podrían no cuidarme, podrían traicionarme, podrían dejar de amarme. 

A veces podremos llorar para recibir atención y nuestra madre correrá a dárnosla, pero a veces no porque estará haciendo otra cosa, le dará flojera hacernos caso, no nos escuchará, etcétera.

De ahí el “Dilema del Erizo”: o elijo vivir en un mundo en el que solo existamos mis necesidades y yo; o acepto la individualidad de las personas y asumo la posibilidad de que me amen y lastimen. 

Ante la ominosa realidad de la existencia de otra persona tengo dos opciones: destruirla o amarla. Morir de frío o acurrucarnos, aprendiendo a soportar las espinas.

¿Qué elegir? 

El final de la película muestra a Shinji eligiendo la primera opción.

Después de los eventos traumáticos a los que se enfrenta —asumir lo abyecto de su sexualidad, probarse incapaz de ayudar a Asuka, confrontar el absoluto narcisismo de su padre, ser traicionado por Kaworu, tomar la decisión final del Proyecto de Instrumentalización Humana, entre otros—, elige fusionar las conciencias de toda la humanidad y asumir una existencia en soledad. 

Sin embargo, otra persona sobrevive: Asuka, quien en momentos anteriores de la serie había demostrado ser su única compañía real.

Segundos antes de que termine la película, Shinji la ahorca, acaso demostrando que su autodesprecio e incapacidad de asumir el dolor de amar lo condenarán a repetir sus acciones una y otra vez.

En cambio, en el final de la serie Shinji elige la segunda opción. Después de la intensa introspección emocional en la que enfrenta sus heridas de abandono, Shinji entiende que su interpretación de la realidad y de las relaciones humanas depende enteramente de él. 

Por lo tanto puede elegir un camino distinto al autodesprecio y al odio hacia los demás.

En el momento en que debe decidir el destino de la humanidad, reflexiona: “Odio lo que soy. Pero, tal vez, podría cambiar y aprender a amarme. Tal vez va a ser bueno que me quede aquí. Sí, soy lo que soy. Soy lo que soy y quiero serlo. Quiero estar aquí. Está bien que me quede aquí”. 

Shinji entiende, como Rei le señala, que “quien se odia en verdad jamás puede amar ni depositar su confianza en los demás”. 

La verdadera individualidad sólo es posible cuando reconoce la de los otros.

Shinji rechaza el Proyecto de Instrumentalización Humana y así da pie a la icónica escena final en la serie, en sus personas amadas lo felicitan por su decisión.  

Dos soluciones al “dilema del erizo”

Por ello pienso que los dos finales de Evangelion proponen dos soluciones al “Dilema del Erizo” y, por lo tanto, al conflicto que supone amar y ser lastimado.

Pero claro, ésta sólo es mi interpretación. Los múltiples conflictos que enfrentó la producción de las obras así como la depresión de su creador, Hideaki Anno, que influyó mucho en el desenlace—, hacen imposible tener una lectura única o “correcta” de las intenciones del anime. 

Y quizás no importe mucho. Al final del día, así como con el propio dilema, aquello que invoque una obra tan compleja y tan cargada de simbolismos dependerá de cómo se vea reflejada cada persona.

El miedo al dolor es un impulso tan fuerte como el anhelo de amor.

Y quizás no quede más que dejarse mirar por los ojos de otra persona y pensar: “está bien que me quede aquí”.