El significado de Yermo de pronto queda corto pues no sólo se puede definir como lo inhabitado, lo no cultivado, lo empobrecido. Los páramos y los desiertos tienen su propia historia, su gente y sus culturas, aun cuando muchas veces sean las olvidadas.
Yermo, el nuevo documental de Everardo González, en el que recorre diez desiertos del mundo, resignifica los inhóspito. Va de las dunas de arena a la nieve perpetua para hablarnos de la condición humana.
Foto: Yermo
“Mi relación con el desierto es complicada: he visto lo horrores y he visto la belleza. El desierto es refugio, es exilio, una fosa. Pero el desierto también es el espacio en el que se depende de forma más fuerte de los círculos familiares para poder sobrevivir. He tenido la oportunidad de mirar algo con la cara de dios y con la cara del diablo”, dice Everardo González a Animal MX.
El mexicano llegó a su más reciente filme con la experiencia de sus trabajos previos y una carrera en la que constantemente ve de frente la violencia y desigualdad.
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El también director de La Libertad del Diablo está siempre en primera línea.
Yermo es un documental sobre los habitantes, culturas y parajes de diez desiertos del mundo, desde Mongolia hasta Atacama y Chihuahua.
Foto: Yermo.
“Participé en una unidad muy peculiar que convocaron para hacer Backyard: El Traspatio, de Carlos Carrera; entonces, para mí el desierto era el lugar del feminicidio, el lugar de entierro y desaparición forzada.
“Viaje a Juárez en la época más convulsa, en 2010, a filmar la violencia que el desierto provoca. El desierto también es el lugar de exilio para la gente con la que trabajé en El Paso. También se vuelve un refugio.
“En Cuates de Australia estuve tres años viviendo en la zona semidesértica de Coahuila, en la zona cercana a Cuatro Ciénegas, que se vuelve el lugar de integración de las familias y se ven los ciclos de vida de una manera mucho más palpable por la dependencia a las lluvias para contrarrestar las sequías”.
En Yermo, Everardo González no sólo apunta a la violencia (ejercida en este particular caso desde la naturaleza y el olvido de las sociedades), sino a la belleza, algo que descubrió en el nacimiento del documental.
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Este es el tráiler:
Yermo nunca estuvo planeado como un filme. La ventana original sería una pieza audiovisual que acompañaría la obra del fotógrafo Alfredo de Stéfano en galerías y museos.
“Yo sólo tenía que seguir a un fotógrafo y el resto era escenario. Cuando el escenario se convirtió en lo protagónico, y lo protagónico en coproductor, ahí empezó la bronca. Como yo acompañaba a un paisajista que lo que busca es la belleza, me vi obligado también a mirar la belleza del desierto”, recuerda Everardo González.
Conforme iban encontrando historias en desiertos de Arizona, Atacama, Gobi, Chihuahua, el mismo De Stéfano se convirtió en productor e impulsó el trabajo de su colega.
Así, durante cinco años, se dedicaron a una película sobre la gente y su contexto desértico.
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“Son los que habitan la devastación. No es que sea hostil para ellos. La propia existencia del desierto nos habla la devastación. El Gobi un día fue el océano y por eso encontramos trilobites, fósiles de peces. Un día, esas montañas fueron arrecifes. Imagina la devastación que estás pisando”.
“Las películas tiene que tratarse de las personas. Esa es la materia prima del arte: nuestra relación con el mundo. ¿Por qué me interesa la humanidad? Porque quiero entender, porque tengo muchas preguntas y las preguntas me las responden las personas”.
Foto: Yermo.
Everardo González considera que lo más primitivo del desierto es lo que nos ha salvado en esta crisis sanitaria por la Covid-19.
Por supuesto que también apunta a la ciencia y el avance tecnológico, pero el documentalista se refiere a esa capacidad humana de resiliencia, demostrada desde el origen de la especie.
“Por ejemplo, la absoluta dependencia de nuestro círculo primario, muy a la manera del desierto y también de las bestias. Me gusta mucho la relación con los animales que es muy horizontal: en el desierto, el perro no es mascota sino protección, compañía, fuerza de trabajo, como un caballo o un camello.
“En confinamiento, nos empezamos a parecer a ellos sin darnos cuenta. Dependíamos enteramente de nuestro círculo social inmediato, para algunos la familia. Nuestra preocupación era por los viejos de la sociedad; todos estábamos preocupados por no contagiar a nuestros viejos porque sabíamos que eran los más vulnerables y los más frágiles; conceptos que se nos habían olvidado”.
Yermo sigue en cartelera y fue parte del ciclo en retrospectiva que la Cineteca Nacional ha organizado en honor a Everardo González.