Después de pasar más de una década pintando sus zapatillas de ballet para que combinaran con su tono de piel, la bailarina profesional brasileña Ingrid Silva compartió entusiasmada la llegada de unas nuevas puntas que combinan perfectamente con su piel.
“¡Finalmente están aquí! Durante los últimos 11 años, he estado pintando mis zapatillas para que coincidan con mi color de piel. ¡Y finalmente ya no tendré que hacerlo! Mis puntas son de mi tono de piel y eso es revolucionario”, publicó este fin de semana en su cuenta de Twitter.
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ELAS CHEGARAM!!!
Pelos últimos 11 anos, eu sempre pintei a minha sapatilha. E finalmente não vou ter mais que fazer isso!
FINALMENTE???
E uma sensação de dever cumprido, de revolução feita, viva a diversidade no mundo da dança. E que avanço viu demoro mas chego! pic.twitter.com/1KcDMyFKsc— Ingrid silva (@ingridsilva) November 2, 2019
En 2017 algunas marcas comenzaron a fabricar zapatillas en tonos beige, bronce y café… ¡casi 200 años después del surgimiento de las rosas y blancas! Aun así, a veces las bailarinas no las encuentran, no son de su número o de sus estilo.
Y si a eso le sumamos que las profesionales pueden llegar a necesitar hasta dos o tres pares a la semana, el tener que pintarlas o encontrar las pocas disponibles ya se vuelve una tarea pesada y costosa.
“La importancia de estas zapatillas es extremadamente revolucionaria en la danza. Que viva la diversidad en el mundo del baile. ¡El avance tardó, pero llegó! La victoria no es solo mía, sino de las muchas futuras bailarinas negras por venir”, aseguró Ingrid.
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Amoldar y adecuar las zapatillas de ballet es un proceso al que todas las bailarinas, sin importar su color de piel, dedican bastante tiempo.
Azotarlas contra la pared para suavizar las puntas, protegerlas con capas de pegamento, raspar las suelas para evitar resbalar o coser cintas para ajustarlas bien a sus pies… el proceso depende de cada bailarina.
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“El frasco de maquillaje color marrón ébano de la marca que yo uso, Black Opal, cuesta 11 dólares (211 pesos mexicanos), y con eso puedo pintar tres zapatillas”, relató Ingrid en 2018 a The New York Times.
Ingrid mostró en su cuenta de Twitter varias fotografías del proceso por el que tenía que pasar para pintar sus puntas cada vez que necesitaba un par nuevo.
Este era meu processo antes pintando as sapatilhas!#IngridSilva pic.twitter.com/3PDbEN3bPX
— Ingrid silva (@ingridsilva) November 3, 2019
Esta bailarina brasileña pintaba un promedio dos pares de zapatillas a la semana, lo que significaba invertir 770 dólares al año (casi 15 mil pesos mexicanos) en maquillaje para zapatillas.
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Ingrid también compartió un video de sus viejas zapatillas, todas pintadas para combinar con el tono de su piel.
Aí estão as antigas pintadas. Cada garrafa de tinta era $12 dólares durante 11 anos.. imagina! pic.twitter.com/pDgNmHuBvT
— Ingrid silva (@ingridsilva) November 2, 2019
“Estoy muy agradecida por este viaje único en el ballet clásico y por poder vivir la diversidad en el mundo de la danza. Esto es para todas las chicas que nunca se han creído capaces de lograr algo debido al lugar en donde nacieron. ¡Puedes hacerlo! ¡Nunca dejes que nadie te diga lo contrario!”, les dijo a sus seguidores en Twitter.
Minha primeira CAPA de revista no Brasil. #ElaoGlobo
A vida tem me levado para caminhos que jamais imaginei, gratidão por esta jornada única no Ballet Clássico e viva a diversidade no mundo da dança. pic.twitter.com/Gv7PAcDHcj— Ingrid silva (@ingridsilva) November 3, 2019
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La historia de Ingrid es muy especial. Nació y se crió en Benfica, un barrio del norte de Río de Janeiro en medio de varias favelas. Comenzó a bailar de niña a través de un programa social en su comunidad.
“Mi familia nunca había entrado en un teatro antes de que yo me involucrara en el baile. Mi padre es de Río y estuvo en la Fuerza Aérea Brasileña. Mi madre tiene 15 hermanos, plantaba arroz y se mudó a la ciudad en busca de una vida mejor”, relata Ingrid a Vogue Brasil.
Hoy, a los 29 años, es parte de la compañía del Dance Theatre de Harlem en Nueva York, fundada en 1969 por Arthur Mitchell, el primer bailarín negro del ballet de esta ciudad.
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“Esta es una empresa multirracial que aboga, sobre todo, por la inclusión. Entre sus miembros, hay bailarines de todo el mundo. Finalmente, me encontré en un aula con personas que se parecían a mí. Nunca pensé que eso sería posible hasta que lo vi”, relata.
“Soy una de esas personas que cree que las cosas están evolucionando como tienen que ser. Así que estoy aquí para romper el hielo y mostrar diversidad en el mundo de la danza. El estándar europeo en el ballet es mundial, pero creo que la pluralidad ha llegado en todas las áreas y finalmente estamos abriendo más puertas”.
Pero Ingrid no sólo la está rompiendo en el ballet, sino que intenta dejar una huella positiva en el mundo. Junto con su amiga Helya Mohammadian fundó EmpowHer, una plataforma de colaboración diseñada para dar voz a mujeres reales y sus problemas.
“Lo que realmente me motiva es poder ser una inspiración para los jóvenes de zonas desfavorecidas, que no tienen tantas oportunidades. Es muy importante que ellos vean que alguien en sus mismas condiciones ha tenido éxito, y así ellos pueden creer que también pueden hacerlo”, afirma Ingrid.