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Feb 24/2020

No me gusta cómo coge mi pareja... ¿cómo le digo?

Foto: Netflix

Quizás has estado ahí. Amas a alguien y disfrutas tu vida con esa persona: se ríen, la pasan bien, se cuidan, se quieren. Es una bonita relación. Pero hay un tema, un secreto que no te atreves a revelar porque podría ser demasiado doloroso: no te gusta como coge.

A veces puedes señalarlo: “lo hace con mucha rudeza”, “lo hace muy delicado”, “nunca encuentra el ángulo correcto”, “muy poco faje”, “demasiado faje”, “muy mal sexo oral”.

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Otras veces simplemente sientes que “no hay química”. Quisieras que eso no importara pero no puedes evitar sentir cómo poco a poco el deseo va disminuyendo en ti. 

Ya no le tienes tantas ganas, ya no sientes el deseo que te gustaría sentir por esta persona a la que amas. Y entonces empiezan las excusas: “siento mucho cansancio”, “me duele la cabeza”, “no estoy de humor”, “creo que no me gusta tanto el sexo”. Pero la pregunta que se esconde detrás de todos estos pretextos es otra: “¿cómo te digo que lo que en verdad sucede es que no me gusta el sexo… contigo?

Decirle a una pareja que no nos gusta cómo funciona en la cama es muy difícil y suele provocar mucha ansiedad para ambas partes. 

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Hay una razón de esto: el sexo es una de las actividades que más vulnerables nos dejan y en las que más sentimos que tenemos que probar nuestro valor. 

A las mujeres les enseñan que su valor depende de lo atractiva y deseable que puedan ser para los hombres. A los hombres nos enseñan que nuestro valor reside en el placer que podamos provocar con nuestros penes.

Que nos confronte nuestra pareja para decirnos que no nos gusta lo que hacemos en la cama rara vez se traduce en un “oh, puedo mejorar en esto, pero mi integridad como ser humano está intacta” y más bien se entiende como un “qué tal que lo que me quiere decir es que YA NO ME DESEA, NO LE DOY PLACER, LA VIDA NO VALE NADA Y YO TAMPOCO”.

Y ese es un sentimiento brutal. Nadie se salva.

Claro, en un mundo ideal, podríamos decir la verdad de lo que sentimos: “oye, no me gusta cómo estamos cogiendo, propongo hacer esto y esto y desearía que hicieras mejor esto y esto”, “ok, entiendo y no me siento vulnerable para nada, de hecho, este no es un diálogo claramente inventado sino algo que 100% diría una persona en una situación similar, inserte chiste para relajar la tensión aquí, jaja”. Algo así.

Échale ojo:

Sin embargo, en la realidad, esto casi no sucede. Las personas pueden reaccionar mal a la noticia de que no cogen bien o de que no están cogiendo como a sus parejas les gustaría.

A veces sólo habrá una sensación de culpa y vulnerabilidad, aunque también puede haber llanto. He sabido incluso de casos en los que alguien le dice a su pareja lo que le gustaría que intentaran en el sexo y la otra reacciona de forma violenta. 

De nuevo: es entendible que te sientas vulnerable ante la noticia, porque a todas las personas nos enseñaron que nuestro valor depende en buena medida de nuestro desempeño sexual, sin embargo, lastimar a alguien sólo porque tú sentiste tu ego vulnerado nunca puede ser justificado de ninguna manera.

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Pero también sucede que, a veces, somos torpes comunicándonos y podemos llegar a frasear nuestras peticiones de formas en que a la otra persona no le queda más remedio que sentirse vulnerada o lastimada. 

La primera vez que alguien me dijo que no le gustaba algo que yo hacía en el sexo fue con buena intención, pero con completa insensibilidad y en un momento en el que yo no estaba muy bien conmigo (básicamente, se burló de algo que yo hacía y que yo pensaba que estaba bien). Y aunque tenía razón y logré ver más allá de mi ego herido para mejorar mi desempeño, fue un duro golpe a mi autoestima y tardé mucho tiempo en volver a ganar confianza en mí mismo. Hay que tener mucha sensibilidad para maniobrar este tema.

Tomando en cuenta esto, creo que hay formas en que podemos llegar al mismo punto sin tener que explicitar lo mucho que nos desagrada el sexo con nuestra pareja:

Elabora preguntas que sean propuestas

En vez de decir “no me gusta cómo me haces sexo oral, mejor hazlo así”, puedes decir: “¿Cuando me haces sexo oral, ¿sabes qué también me gustaría mucho? Que hicieras esto y esto”.

Es decir: elaborar una pregunta puede suavizar la intención de lo que quieres decir, así como señalar lo que ya sabes que te gusta que te haga.

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Comunica tu emoción

En vez de decir “FÁJAME MÁS, MALDITA SEA”, puedes decir: “en el sexo, me encanta sentir que me deseas. ¿Sabes cuándo siento mucho eso? Cuando fajamos por mucho tiempo. ¿Y si lo hacemos más?”.

En vez de hablar de una práctica en específico, comunica el sentimiento o la sensación que obtienes de la práctica.
Esto no sólo te ayudará a plantearte la necesaria pregunta “¿por qué me gusta lo que me gusta?” sino que además le comunicarás a tu pareja lo que te gusta sentir y cómo cuidar eso. 

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Incluso puede tener una ventaja: si tu pareja sabe escuchar y es creativa, las nuevas ideas y prácticas que proponga pueden girar alrededor de esa sensación, cuidándote y procurando tu placer desde un inicio.

Refuerza positivo

Los seres humanos somos como perritos: no tenemos idea de qué está ocurriendo la mayoría del tiempo, pero nos gusta creer que todo saldrá bien. 

Dicho esto, también es cierto que nos podemos educar con lo que el conductismo llamó “reforzamiento positivo”: le das una galleta a tu perro cada vez que se sienta cuando le dices “sentado”, le dices a tu pareja “wow, me encanta que me hagas eso, me encantas tú” cada vez que hace algo sexual que te guste. De esa manera, refuerzas una conducta que quieres que se repita. 

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¿Este punto es en realidad un caballo de Troya para que pruebes el pet play? La verdad no, pero podría serlo si crees en ti.

Habla y escucha

En la temporada 2 de Sex Education, hay una escena hermosa: una chica ahoga a su novio con una almohada cada vez que tiene un orgasmo. Lo hermoso, claramente, no está ahí, sino en la resolución del conflicto: resulta que la chica tiene miedo de dejarle de gustar a su novio porque ella considera que hace caras muy raras durante el orgasmo. Por eso lo tapa con la almohada.

Cuando ella verbaliza ese miedo y es escuchada por su novio, encuentran una solución: tener sexo con cinta adhesiva deformando ligeramente los rostros de ambos para conocerse en su vulnerabilidad y perder el miedo. Y cogen rico, supongo. Y yo lloro cuando me acuerdo, como hecho comprobado y verificable. 

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Muchas veces, nuestra forma de coger está profundamente ligada a nuestras concepciones de lo que es el sexo, el romance, el placer, la intimidad, etc. Por lo tanto, nuestra forma de coger también está profundamente ligada a nuestros más densos miedos referentes al sexo, al romance, al placer, a la intimidad, etc. 

Tomar en cuenta que las conversaciones sobre sexo nos vulneran no sólo a nosotros sino también a nuestras parejas (y que, a veces, la mejor solución es acercarse poquito al miedo desde una perspectiva juguetona y amorosa) es un buen punto para procurar que todo salga bien. 

Jugar

Esto quizás sea lo más difícil y más abstracto, pero es un punto para tener en cuenta: el sexo es un juego

Lo digo en serio: hay jugadores, hay reglas, hay objetivos, hay un escenario donde se desarrolla. Y como todo juego, también debe haber exploración. Parte de lo que nos vulnera en el sexo es entenderlo como una actividad solemne, rígida, formal. La solemnidad no acepta errores.

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En cambio, si hacemos del sexo una práctica lúdica, si nos atrevemos a reír, a preguntar, a pausar, a revisar las reglas y acuerdos, a proponer nuevas variaciones y, sobre todo, a divertirnos (¿te has preguntado si para ti el sexo es divertido? Si no, quizás valdría la pena replantearte tu concepción del mismo) estas conversaciones podrían ser mucho más fáciles porque deja de haber tanta paja mental en juego y el sexo comienza a tratarse de sólo una cosa: el placer compartido.