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Ago 26/2022

Se vale cambiar, darse un respiro o parar: cómo "cortar" a tu psicólogo

Ilustración: Andrea Paredes | @driu.paredes

Todo lo que empieza tiene que terminar. Todas las relaciones nacen para desaparecer en algún momento, como así lo hacen el resto de las cosas sobre esta tierra. Y eso, por supuesto, incluye a las relaciones terapéuticas.

Terminar una relación terapéutica es una cosa curiosa. En estricto sentido, lo que se está terminando es la necesidad de un servicio profesional, pero cualquier persona que haya tomado terapia sabe que no se siente así.

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Incluso si la relación es mediada por un pago, en terapia exponemos nuestros lados más vulnerables frente a otra persona de manera consistente, una vez a la semana, durante meses o años. Algunas personas vemos con más frecuencia a nuestro terapeuta que a nuestra familia. Por lo tanto, no es raro que la posibilidad de terminar terapia sea muy confrontativa: no sólo se pierde un servicio, se pierde un espacio seguro.

Algo que es importante es que te des chance de experimentar las emociones que surjan ante esta pérdida.

Puede que sientas alivio de que ya está terminando y ahora vas a tener más tiempo o dinero para utilizar en otra cosa, como puede que sientas muchos nervios de “salir al mundo” sin este espacio, como puede que experimentes un pequeño duelo por ya no estar viendo a tu terapeuta, como puede que no sientas gran cosa. En todos los casos, es importante que identifiques qué sientes y que te permitas vivirlo.

La terapia puede terminar por distintos motivos. En ocasiones, es la terapeuta quien decide terminarla. Pero en otras, puede que seas tú quien decida hacerlo. O puede que no lo hayas decidido, pero tienes la intuición de que deberías terminar el proceso. ¿Cómo “cortar” con tu terapeuta”?

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Piensa por qué quieres terminarla

Lo primero es pensar en por qué quieres terminarla, de modo que puedas comunicar esto de mejor manera y sentir seguridad en tu decisión. ¿Qué motivos comunes existen por los cuales se decide terminar la terapia y qué hacer con cada uno de ellos?

Sientes estancamiento en el proceso

Desde hace un rato sientes que la terapia ya no “avanza”, que estás repitiendo los mismos temas, que ya no te está haciendo bien. Esto es relativamente normal experimentarlo de vez en cuando: todas las relaciones son un ir y venir de picos y mesetas. Cuando suceda, vale la pena hablarlo con tu terapeuta para descubrir qué es lo que está sucediendo y por qué te sientes así.

Necesitas otro tipo de especialista

Todos los terapeutas, como el resto de los profesionistas de la salud, tenemos áreas de especialidad. Las personas son multidimensionales y complejas y puede que requieran distintos enfoques de trabajo para distintos problemas.

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Por ejemplo, como sexólogo no es raro que acudan a mi consultorio personas que estaban en otros procesos terapéuticos, pero decidieron iniciar uno nuevo para tratar algún tema específico que su anterior terapeuta no podía trabajar por distintos motivos: falta de experiencia, conocimiento, perspectiva, etc. Si sientes que es tu caso, se vale cambiar de enfoque y terapeuta.

Sientes que ya estás mejor

Puede que quieras terminar la terapia simplemente porque te sientes mejor y ya no es un servicio que requiere. ¡Se vale y, de hecho, es muy común que esto suceda! Eso sí, habla con tu terapeuta antes de tomar la decisión para que te comparta sus impresiones y platiquen la estrategia a seguir (es posible, por ejemplo, que te sugiera espaciar las sesiones en vez de cortarlas de golpe, para poder llevar un monitoreo). Esto es particularmente importante porque, en ocasiones, el efecto positivo de la terapia nos hace pensar que ya no la necesitamos y corremos el riesgo de soltarla demasiado pronto.

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Piensa en un dolor de cabeza por fiebre: las horas después de que te tomes una pastilla, te va a bajar el dolor porque la pastilla está haciendo efecto, aunque no necesariamente significa que tu enfermedad se ha curado. Para mantenerte bien, necesitas seguir tomando la pastilla aunque sientas que ya no la necesitas, hasta que ciertos criterios se hayan cumplido que sugieran que ya puedes suspender el tratamiento.

Con la terapia (¡sobre todo la psiquiátrica!) puede llegar a suceder algo similar. Por eso vale la pena hablarlo antes de tomar alguna decisión.

Ya no te alcanza el dinero

La terapia cuesta, se sabe. Y las circunstancias de vida cambian (¡o la inflación sube!) y a veces no se podrá sostener el pago. En este caso, también sugiero mucho hablarlo con tu terapeuta para buscar alguna opción: quizás haya que espaciar las sesiones, quizás puede cobrarte una tarifa más baja, quizás vale la pena suspender el proceso.

Si la terapia te está causando angustia económica, puede que sea contraproducente, por lo que vale mucho la pena hablarlo.

Sentiste violencia en el espacio terapéutico

Existen profesionistas que realizan malas prácticas / prácticas violentas en todos lados y, por desgracia, la psicoterapia no es excepción. Si tienes la impresión de que tu terapeuta te violenta, aquí escribí una guía mucho más completa sobre qué hacer.

Sientes que necesitas un respiro

A veces las personas necesitamos cierta pausa. La terapia también puede entrar en círculos viciosos o puede que nos fatiguemos de ella, o queramos usar el dinero o el tiempo que le invertimos para otra cosa.

Algunas personas necesitarán terapia como parte de un tratamiento esencial para su salud mental, pero lo cierto es que otras podrían acudir como partce de un “mantenimiento” o acompañamiento semanal, quincenal o mensual que no sea tan necesario. En este segundo caso no es raro que después de un rato podamos sentir este cansancio. Como en el resto de los casos, lo mejor es hablarlo con tu terapeuta antes de tomar cualquier decisión.

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