¿Ubicas la serie Grey’s Anatomy? En el episodio “Trabajo de equipo”, de la quinta temporada, un grupo de médicos realiza seis trasplantes de riñón simultáneos. Los donantes y receptores se conocen, surgen algunos roces previo a las intervenciones, pero al final todo resulta un éxito. Esta escena -y otras que abundan en la televisión- está muy alejada de la realidad de la donación de órganos y aún más de lo que sucede en México.
Para muestra, el caso de César, un profesionista de 36 años de edad del Bajío, que tenía 15 cuando comenzó a sufrir dolores en la zona hepática, además de fiebre recurrente.
Su familia lo llevó al médico y luego de varios estudios le diagnosticaron, a través de una biopsia, glomeruloesclerosis focal y segmentaria. Este padecimiento produce la formación de tejido cicatricial en los riñones.
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En ese entonces, solo le prohibieron practicar deportes de contacto. Además, cada seis meses, César debía acudir al IMSS a realizarse algunos estudios. Años después hasta se mudó de ciudad para estudiar Topografía.
Cuando César ya tenía 27 años, el escenario se agravó. Debido a los altos niveles de potasio en la sangre, entró en fase de diálisis.
El IMSS le prestó una máquina de diálisis a la que se pasaba conectado diariamente de las 21:00 a las 6:00 horas. Para entonces, sus dos riñones ya presentaban el padecimiento.
El diagnóstico se actualizó: César necesitaba la donación de un riñón.
Por ello, se sumó a la lista de espera de donación de órganos del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra), la máxima autoridad en la materia del sistema de salud mexicano.
Actualmente, más 27 mil personas esperan un órgano, de las cuales alrededor de 15 mil necesitan un riñón, de acuerdo con Gustavo Pérez, miembro de la asociación civil Donar VIDA, que promueve la cultura de la donación en México.
En México, la donación y los trasplantes de órganos están regulados por la Ley General de Salud (LGS).
Parece una obviedad, pero está prohibido su comercio; la ley establece que su donación debe realizarse “por principios de altruismo, ausencia de ánimo de lucro y confidencialidad”.
Legalmente, en México se pueden extraer órganos de personas con vida y de donadores cadavéricos. Las primeras realizan lo que se llama donación dirigida, es decir, brindan voluntariamente sus órganos y tejidos a una persona que conocen, por ejemplo, a un familiar.
Por otra parte, los donadores cadavéricos solo pueden ser considerados en casos de muerte encefálica, es decir, muerte cerebral, y paro cardiaco.
Además, la LGS establece que únicamente se pueden extraer órganos de cadáveres que fallecieron en un centro de salud.
Por eso, las personas que mueren en accidentes o por homicidio quedan descartadas como donantes, aunque sí hay casos extraordinarios en los que el personal especializado logra preservar los órganos de las víctimas casi de inmediato.
Otra consideración. En México está prohibido que personas con disminución o pérdida de sus facultades físicas o mentales donen órganos. Los menores de edad tampoco pueden ser donadores en vida, salvo si brindan médula ósea, lo que requiere el consentimiento expreso de sus tutores legales.
Además, las personas que cumplen una condena que las priva de su libertad no pueden ser donantes en ningún escenario.
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Ya en la lista de espera por un riñón, algunos familiares de César se le acercaron para ofrecerle una donación dirigida, pero el topógrafo y su familia decidieron esperar un donante cadavérico. Cada noche, César se conectaba a la máquina de diálisis.
“Teníamos limitado nuestro tiempo, teníamos que retirarnos temprano de reuniones familiares, de paseos, teníamos el tiempo contado”, recuerda.
De acuerdo con Lucía López, directora ejecutiva de Asociación ALE, en Querétaro, el 80% de quienes están en la lista de espera por un órgano en México fallece.
Esta organización pro donación fue fundada en Los Mochis, Sinaloa, en 2004, por las familias de Adriana Castro y Luis Eduardo Alverde, luego de que Alejandro (su hijo de 3 años de edad) sufriera muerte cerebral durante una fallida operación de anginas, cuenta Lucía López.
Los padres de Ale decidieron donar sus órganos, beneficiando a niños de otras tres entidades.
Si se trata de un donante cadavérico, la Ley General de Salud señala que es posible extraer corazón, pulmones, riñones, hígado, intestino y páncreas. Además, se permite la donación de tejidos como piel, huesos, tendones, córneas, así como vasos sanguíneos.
En el caso de una donación en vida se pueden donar órganos y tejidos cuya función, luego de ser extraídos, “pueda ser compensada por el organismo del donante”.
Por ello es posible donar voluntariamente un riñón, así como un segmento de hígado, pulmón, intestino, páncreas o “células madre”, como se conoce a las células hematopoyéticas.
Una vez que se extrae un órgano, ya sea de un donador cadavérico o de uno vivo, su “vida útil” es de alrededor de 72 horas, dice Gustavo Pérez de Donar VIDA. Por eso a veces son trasladados en helicópteros.
Foto: Cenatra
Luego de casi seis años de diálisis nocturnas, César –ya de 33 años– enfrentó nuevas complicaciones. Entre ellas, dejó de orinar con regularidad. Había una clara disparidad entre el líquido que ingresaba y el que salía de su cuerpo. César pensó que se debía a otro padecimiento pero, en realidad, era una complicación más de la glomeruloesclerosis focal y segmentaria.
Volvió a acercarse al IMSS y entró al protocolo, el paso previo a una posible donación, que consiste en que los posibles receptores deben realizarse estudios de diversas especialidades médicas.
Cada vez que el comité de trasplantes del IMSS detecta una posible oportunidad de intervención, ingresan al protocolo tres candidatos compatibles, en teoría, con el órgano que podría estar disponible.
Dicho protocolo es el mismo tanto para instituciones de salud públicas como para privadas y está regulado por el Cenatra.
Los miembros de Donar VIDA y los de Asociación ALE coinciden en estimar que más del 70% de trasplantes en México se realizan dentro del sistema de salud público.
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Un trasplante es totalmente gratuito en instituciones del Estado. Sin embargo, organizaciones como Asociación ALE establecen convenios con hospitales y recaudan fondos privados para subsidiar trasplantes, donde “los pacientes tienen que dar un poco”, dice Lucía López.
Para dimensionar el costo comercial de una intervención de este tipo, cuenta que “en un hospital privado nos han cobrado hasta 800 mil pesos”.
En algunas series o películas vemos que cuando alguien muere, las autoridades encuentran entre sus pertenencias una tarjeta de donador de órganos y entonces se beneficia a un receptor.
Pero la cosa no es tan sencilla en México.
Si bien es posible registrarse voluntariamente como donador de órganos en la plataforma del Centro Nacional de Trasplantes, que actualmente incluye a más de 130 mil personas, en caso de muerte, la última palabra para autorizar la donación la tiene la familia, según establece la Ley General de Salud.
No importa que tengas tu tarjeta de donador del Cenatra, tu familia más cercana –cónyuge o hijos– son quienes deben otorgar su consentimiento por escrito para que las autoridades de salud tomen tus órganos.
“No hay ningún documento que nosotros mismos podamos dejar por escrito en el que (manifestemos que) queremos ser donadores”, dice Lucía López.
En ese sentido, Gustavo Pérez señala que, en contraste, en países como Chile, por ley, hay un consentimiento tácito –que no se expresa explícitamente– para ser donador, y más bien se debe manifestar por escrito cuando no lo deseas.
Las organizaciones Donar VIDA y Asociación ALE promueven y recomiendan hablar en vida con nuestros seres más cercanos para concientizarlos acerca de nuestra voluntad de donar órganos en caso de morir.
En experiencia de esas asociaciones civiles, si el tema no se aborda en vida, los familiares del difunto suelen enfrentar una decisión en un escenario en el que están más consternados por la pérdida que por la donación, y no suelen informarse al respecto.
¿Cómo abordar con la familia esta decisión? “Díganles que si ustedes fallecen, con esos órganos pueden dar vida a siete personas más. Que una parte de ustedes se va a quedar aquí. Es una forma de trascender, es el acto de amor y caridad más bonito”, dice Lucía.
Por su parte, Gustavo sugiere plantear que “al final del día, de nada sirve que los órganos sean enterrados o que sean cremados, cuando hay una larga lista de espera para tener una segunda oportunidad con un trasplante”.
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Foto: Cenatra
En noviembre de 2017, César recibió una primera llamada para concretar su trasplante.
Entró al protocolo, pero el riñón fue para otra persona. “No me tocaba”, dice. En enero de 2018 recibió otra llamada, pero una infección ocasionada por una bacteria que se coló en su proceso de diálisis esfumó esa segunda oportunidad.
Recibió una tercera llamada, casi a medianoche, a finales de febrero de 2018.
Al día siguiente, a las 9:00 horas, César estaba en la clínica. Solo faltaba la “prueba cruzada”: mezclar la sangre del donador y del receptor para verificar su compatibilidad.
Esta es la más importante, pues un órgano rechazado es un órgano perdido.
A las 21:00 le informaron que, finalmente, recibiría la donación de un riñón. Ni siquiera pudo procesar la noticia, pues inmediatamente fue trasladado a un hospital.
Al día siguiente amaneció con un riñón con el que no nació, un órgano que le brindó “Ángel”.
Aunque en series como Grey’s Anatomy suele mostrarse interacción entre los donadores y los receptores de órganos, la regulación mexicana impone confidencialidad y nulo contacto entre ambas partes.
“Mi agradecimiento eterno para todos ellos (los familiares que autorizaron la donación que recibió), mis oraciones para ellos, para mi ‘Ángel’, yo le llamo así por darme esa oportunidad de seguir luchando por mi sueños, por mis metas”, dice el topógrafo, emocionado.
Ahora, César y su esposa se divierten al ver cuando la gente se va de las reuniones. Está muy agradecido porque ya no son los primeros en abandonar la fiesta.