Dos hombres de bastante fama en el medio artístico han declarado, con completa normalidad, que han mantenido relaciones sentimentales y/o sexuales con morritas de entre 14 y 17 años siendo ellos ya adultos.
Para un poquito de contexto, el primero fue Luis de Llano, quien en una entrevista con Yordi Rosado habló sobre la relación que tuvo con Sasha Sokol hace más de 30 años. El productor aseguró que “estuvo enamorado” de la cantante y, con tono despechado, aseguró que ella “lo mandó al diablo”.
En lo que no hizo hincapié es que, en ese momento, ella tenía 14 años y él 39. Además, él era su productor y representante artístico.
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Y después llegó el caso de Edgar Oceransky. La escritora y funcionaria Anhelé Sánchez señaló que el trovador la acosó cuando ella tenía 16 años. Además, compartió en sus redes sociales una transcripción de declaraciones que, presuntamente, él hizo durante un concierto en 2009.
En el audio se escucha a Oceransky afirmar que su “preferencia más profunda son las adolescentes“.
“A una chava la conoces a los 15 y tú le propones lo que quieres y ella te dice ‘Sí’ o te dice ‘No’. Simple. Las mujeres adolescentes son muy claras porque no están pervertidas”, se escucha la voz del cantante.
Incluso, en algún momento se escucha decir al cantautor que “es mejor ir al bote por una chavita que por el alcoholímetro”.
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Las declaraciones de ambos hombres brincan: adultos que buscan relaciones sentimentales y sexuales con adolescentes no es sano ni es normal.
Pongámoslo así: nuestro cerebro termina de madurar entre los 21 y 24 años y se acentúa nuestra capacidad cognitiva y de regulación emocional. Esto nos permite envolvernos en círculos sociales más complejos, según nos explica la psicóloga clínica Tania Gómez.
“Una problemática con este tipo de relaciones es que existe disparidad en los niveles de maduración entre estos miembros“, dice la experta.
¿Y eso qué? Eso mucho. Los adultos, ya con la región prefrontal desarrollada —sí, esa que se encarga, de regular y monitorear la conducta— saben cuáles son las consecuencias de sus acercamientos con adolescentes.
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Tania detalla que, a diferencia de los adultos, los y las adolescentes están en proceso de regulación cognitiva, emocional y cerebral, de ahí que durante esta etapa solemos ser más impulsivos y menos reflexivos a la hora de tomar decisiones.
En algún punto del audio que Anhalé Sánchez publicó, se escucha “le dije: «delito sí, pero esto no es perversión», yo estudié psicología en la UNAM, «esto no es perversión, esto es estimulación temprana»”.
La psicóloga Tania explica que, si el adulto sabe de las ventajas que tiene sobre una adolescente, sí podríamos hablar de abuso, sobre todo si no hay algún trastorno o deficiencia en habilidades sociales del individuo.
“Aun sabiendo que lleva una ventaja maduracional y corporal se relaciona sistemáticamente con adolescentes, sí podríamos hablar de una sospecha de abuso“, dice la experta.
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Así que no, no es normal que un adulto como Oceransky o De Llano, que sabiendo las consecuencias de sus acercamientos, decida entablar relaciones con adolescentes que no tienen el mismo grado de desarrollo social, corporal ni cognitivo.
“Una cosa es que nos vamos a vincular con los adolescentes siendo adultos, pero como figuras que contribuimos a la estructura y maduración del adolescente, no en el plano romántico, porque ahí sí caemos en el tema de abuso porque le llevamos una ventaja al adolescente”.
En los audios de Oceransky se le escucha decir “prefiero ir al bote por una chavita que por el alcoholímetro” y pues… híjole.
¿Por qué ocurren este tipo de abusos? Yair Maldonado, colaborador de Gendes, organización especializada en el trabajo con hombres para promover y fortalecer relaciones igualitarias, explica que los agresores se aprovechan de los desbalances de poder en cualquier relación o vínculo.
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“Una chica adolescente con la cual usualmente ya hay algún vínculo, le pueden ejercer algún tipo de figura de autoridad y es mucho más fácil poder ejercer este control o dominio, tener la percepción de que es mucho más fácil que vayan a guardar silencio, que son más manipulables que mujeres de su misma edad”, menciona.
Ahí es donde surgen las relaciones de poder, en las cuales hay una persona que, por sus elementos identitarios o por el rol que juega dentro de la relación o la posición que tiene dentro de una institución, puede ejercer cierta autoridad sobre la otra persona.
“Entonces ya hay una percepción de que esa persona opera en una posición social por encima de la otra, por ejemplo, también puede ser de profesores encima de alumnas o de empleadores a sus empleadas. Ahí ya hay una relación, ya sea formal o informal, de desigualdad, no están parados en una relación igualitaria donde las dos personas tienen la misma autonomía y poder sobre la misma”, explica Maldonado.
A través de ellas es donde surge el consentimiento “tramposo” o “forzado”, porque la menor de edad puede dar consentimiento a un tipo de relación, pero está condicionada porque la persona mayor ya tiene algún vínculo puede funcionar como figura paterna o inclusive en figura de autoridad.
“En el caso de Luis de Llano, él ya controlaba la vida profesional de Sasha Sokol, entonces era más fácil aprovecharse de esa relación de poder desbalanceada”, agrega Maldonado.
Por último, enfatiza que la ley contempla que ese consentimiento es forzado porque está sujeto a engaños, manipulaciones o abusos de autoridad.
Yair explica a Animal MX que el estupro es considerado un delito porque en las normas mexicanas se toma en cuenta la protección de las infancias de las niñas, niños y adolescentes.
Dentro del Código Penal Federal, en el Artículo 262, se define que el estupro ocurre “al que tenga cópula con una persona mayor de 12 años y menor de 18, obteniendo su consentimiento por medio de engaño”.
“Se considera delito porque se entorpecen los procesos naturales y sociales de crecimiento y de maduración de las personas menores de edad y se les extirpan posibilidades de desarrollo, acceso oportunidades y más”, detalla Maldonado.
Además, agrega que los elementos que constituyen el delito de estupro son diferentes en cada estado, pero el límite son los 17 años de edad, aunque pueden empezar desde los 12 o los 15 años dependiendo el Código Penal de cada Estado.
Sin embargo, a nivel Federal, el castigo por este delito va de tres meses a cuatro años en prisión.
Maldonado menciona que, de forma cualitativa, se considera que con el estupro también se pueden desarrollar muchos tipos de trastornos, desequilibrios, enfermedades mentales y psicológicas a partir de esto.
“En México, 80% de las víctimas son chicas, por lo que la configuración del delito tiene que ver más con la protección de las mujeres menores de edad, adolescentes y niñas, tomando en cuenta el contexto violento, machista y de cosificación, para delimitar los alcances de los hombres adultos”, explica Yair.