I.
La familia es un acuerdo de cuidados.
II.
O eso quisiéramos. La realidad es que, a la mera hora y para algunas personas, la familia llega a ser otra cosa: un recuerdo infantil, una maldición en la sangre, un secreto traumático, una aspiración venenosa, una traición elaborada.
III.
O bien, a veces la familia sí es un acuerdo de cuidados: cuida que los hombres de la casa estén a gusto, cuida el secreto por el que tu tío te amenazó para que no revelaras, cuida ocultar las marcas en tus brazos, cuida no arruinar la convivencia extrañando a tus muertos, cuida que tu abuela no se entere de las personas a las que amas, cuida no exigir los pronombres de tu elección, cuida no demostrar que en realidad preferirías estar en cualquier otro lugar, cuida no reconocer que quieres más a tu gato que a tu primo, cuida tu expresión facial cuando tu propia sangre niegue tus derechos, cuida no romper el personaje que debes interpretar para que el engranaje de la familia mexicana natural, perfecta, bienaventurada, feliz y resiliente a todo mal siga operando.
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IV
(Para mantener la ilusión del equilibrio, he de decir que también es cierto que a la mera hora y para algunas personas, la familia sí cumple la promesa que se emite en su nombre y, de hecho, es un espacio de amor, aceptación, juego, fiesta y compañía. He conocido a algunas de ellas: me conmueven y dan esperanza. Claramente, para esas personas no está escrito este texto).
V
La Navidad es el performance de la familia por antonomasia. No hay otra fecha del año en que la familia interprete su aspiración de sí misma con tanta ingenuidad y vehemencia: lejos de ser una fecha para celebrar a las familias por lo que en la realidad son, muchas veces se vuelve un imperativo para forzarse, aunque sea por un día, a lo que deberían ser... Quizás por eso estas fechas son tan sensibles: la presión de realizar la actuación perfecta de la familia muégano y feliz podría desquiciar a quien sea. ¿Qué se hace en la Navidad? Dar, recibir, perdonar, festejar, aceptar, amar; tomar la foto mental que en algún momento, en nuestro lecho de muerte, miraremos con nostalgia para pensar “ese fue el momento en que me sentí más feliz”. Pero, ¿acaso no es mucho lo que le estamos pidiendo a un solo día del año? ¿Y qué queda para quienes, por cualquier motivo, nos quedamos fuera de la foto?
VI.
Y luego está México: este país de precariedad laboral, de migración masiva, de fosas clandestinas, de crisis económica, de alta mortandad por enfermedades prevenibles, de crímenes de odio, de niños soldado, de feminicidios, de transfeminicidios, de padres ausentes, de abuso sexual, de cohetes y balazos.
Para muchas personas, la Navidad es la única fecha del año en que pueden pasar tiempo con sus familias, cenar juntos, recordar a quienes ya no están, cobijarse en el cuerpo de quienes se aman o se dicen amar: toda la promesa de la institución social nuclear de la sociedad concentrada en unas pocas horas de convivio. Es entendible la ilusión, la expectativa y la presión, como también debería ser entendible que, con tanto que perder, no siempre salga como lo esperamos.
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VII.
Y luego está México en la pandemia: que si hay que aislarse 14 días pero no puedo, que si podría ser la última Navidad de algún miembro viejo o enfermo, que si nos vemos con todas las medidas de seguridad pero las olvidamos a las dos o tres copas, que si este año perdimos a alguien y necesitamos conmemorar y sentir ese duelo como familia, que si ya es demasiado tiempo sin reírnos juntos, que si mi presencia puede significar un riesgo para tu vida y no sé qué hacer (cuando la presencia significa riesgo, la ausencia es un paradójico regalo). No hay decisión fácil ni dolor evitable.
VIII.
Sí, la respiración. Sí, el autocuidado. Sí, la sesión de terapia previa a las fiestas. Sí, el ansiolítico de emergencia. Sí, las alianzas estratégicas que en ocasiones se pueden establecer con ciertos familiares. Sí, embriagarse ligeramente antes que el resto para hacer la noche soportable. Sí, esa gomita de CBD. Sí, quejarse en internet de las fechas, hacer eco con las tantas otras personas que la están pasando igual o peor que uno, sentirse un poco menos solo y por un segundo gracias a las redes sociales. Sí, pues, a lo que necesitemos para sobrellevar lo mejor posible estas fechas.
Y sin embargo.
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IX.
Y sin embargo, también sí a redefinir la familia y la Navidad, para quien guste o necesite. Me conmueven ambas palabras: tan precioso lo que quisiéramos que fueran, tan altas las expectativas que les adjudicamos y, también, tan injusto todo lo que se llega a hacer en sus nombres. Porque la realidad es que la familia que existe en el imaginario colectivo (y a la que con tanto ahínco los grupos antiderechos religiosos de este país la han llamado “natural”, como si no fueran posibilitadas por la naturaleza todas las relaciones existentes en la faz de esta tierra), no es ni de todas las personas ni para todas las personas. Y es posible que esta Navidad (cuando no todas las anteriores, cuando no todas las que siguen) sea otra cosa, algo nuevo, quizás doloroso, melancólico, indefinido, solitario o experimental. Una Navidad cenando pizza, o viendo la tele en un depa frío, o compartiendo historias con una amistad nueva, o celebrando a distancia por videollamada, o en una reunión pequeña con la burbuja de parientes o amigos a que sabemos sanos y seguros, o llorando toda la tarde por quienes ya no están acá, o incluso una navidad en minúsculas, sin otro peso e importancia que la que uno quiera darle.
Esta es una obviedad, pero hay que recalcarlo: las familias cambian y se transforman con el tiempo, experiencia, separación y muerte; y existen muchas familias, en un plural infinito y diverso, a veces terrible y a veces hermoso, que no siempre entrarán en los moldes esperados de la idea hegemónica de “familia” y que no por ello necesariamente estarán mal, ni serán una falla moral, ni significarán un error de la existencia. Y para quien quiera y necesite, es válido romper o transformar las expectativas impuestas y atreverse a celebrar (o no) distinto, crear (o no) algo nuevo y amar (o no) no lo que debería, sino lo que puede ser.
X.
One day when we’re far away
From everything that hurts
Drink and screw is all we’ll do