“Como que se me antoja ver a mi mejor amiga“, es un pensamiento que, tras varios meses de distanciamiento social, se cruza varias veces a la semana. Como si esa charla con alguien a quien quieres y no has podido ver, fuera un chocolate o un taquito.
Y aunque suene extrañísimo, para nuestro cerebro sí es así: como un “hambre de socializar”.
Sí, tenemos videollamadas, teléfonos, chats y decenas de aplicaciones que nos permiten estar en contacto con las personas que queremos, pero el contacto humano es importante.
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Un nuevo estudio del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) encontró que esta sensación de querer platicar con las personas que queremos, ya sean amigos o familia, comparte una base neurológica con el sentir hambre.
Así que si le dices a alguien: “se me antoja verte y echar chorcha”, es como si tuvieras antojo de un taquito de pastor bien doradito, o un tamal “de dulce”.
Las investigadoras del MIT encontraron que después de un día de cuarentena, la idea de personas divirtiéndose juntas activa la misma región del cerebro que se ilumina cuando alguien no ha comido en todo el día y ve la foto de algún platillo.
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“Las personas que han sido forzadas a mantener una cuarentena rigurosa, anhelan las interacciones sociales de una forma similar a las personas hambrientas que anhelan la comida“, explicó Rebecca Saxe, líder del proyecto y profesora del MIT en el área neurológica.
La académica detalló que las interacciones sociales positivas son una necesidad humana básica y que “la soledad aguda es un estado desagradable que motiva a las personas a “reparar” lo que falta de una forma muy similar a como funciona el hambre”.
Las investigadoras recopilaron los datos de este estudio entre 2018 y 2019, antes de la pandemia actual; esta información es parte de un programa de investigación más amplio que se centra en cómo el estrés social afecta el comportamiento y la motivación de la gente.
Estos hallazgos los publicaron en la revista Nature Neuroscience.
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