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Jun 30/2020

Un hombre navegó por el mundo en velero para pasar la cuarentena con su papá de 90 años

Instagram: @skuanavega

A estas alturas sabemos lo difícil que ha sido permanecer en cuarentena, pero estar confinados sin nuestros seres queridos lo hace mucho peor.

Por eso Juan Manuel Ballestero, un marinero argentino que vivía en la isla portuguesa de Porto Santo (donde no hay casos de COVID-19), decidió regresar a su casa en Mar del Plata para pasar el confinamiento con su papá de 90 años.

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Pero el viaje no fue para nada sencillo, Juan Manuel no pudo simplemente tomar un avión y volar hacia Argentina, sino que como cuenta el New York Times, tardó 85 días en volver a casa porque lo hizo cruzando el océano Atlántico en un velero de nueve metros.

Aunque estaría vivido una vida relativamente normal en Porto Santo y con la amenaza de no poder reingresar a la isla después por el coronavirus, Juan Manuel contó que “no me quería quedar como un cobarde en un lugar donde no había casos. Quería hacer todo lo posible para volver a casa. Lo más importante para mí era estar con mi familia”.

Entonces el marinero guardó suficiente alimento que consistía de atún enlatado, fruta y arroz, y zarpó rumbo a su casa en Argentina donde su familia lo esperaba.

Como explica el New York Times, hacer un viaje tan largo en velero no es para nada sencillo, afortunadamente gracias a su padre que le enseñó todo navegar, el argentino tiene muchos años de experiencia como marinero, lo que lo hizo la persona indicada para realizar este viaje.

Problemas en el viaje

Eso no significa que todo haya salido perfecto. Mientras navegaba, Juan Manuel no pudo parar en Cabo Verde para tomar más comida y combustible, lo que hizo que su viaje fuera más largo y tuviera que depender del viento para llegar a su destino.

Además, contó que entró en pánico cuando pensó que otro barco lo estaba siguiendo. “Salí navegando lo más rápido posible. Pensé, si vienen muy cerca les disparo”.

Afortunadamente no pasó nada para el hombre que ansiaba ver a su familia y que no sabía si este sería el fin del mundo.

Para mantenerse al tanto de lo que sucedía en el mundo, Juan Manuel sintonizaba la radio media hora cada día para escuchar cómo avanzaba el virus por el resto del planeta. “Pensaba que capaz este era mi último viaje”, admitió.

Al pasar los días, el viaje comenzó a volverse más y más pesado.

El viaje no fue del todo solitario

Para aligerar las cosas, se tomó una botella de whisky, pero el alcohol sólo lo hizo sentirse más ansioso, por lo que recurrió a la fe, que le ayudó a conocer más de si mismo.

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Además retomar su conexión con Dios, una manada de delfines decidió nadar a un lado de su velero durante tres mil kilómetros y también vio volar a un pájaro skúa que tomó como señal de no detenerse porque su barco está nombrado en honor a esta ave.

“Era como si ese pájaro me decía: ‘No aflojes, seguí que hay más’”, contó.

Cerca del final, cuando ya estaba en el continente americano, una ola enorme golpeó su velero y tuvo que hacer una parada en Vitória, Brasil, que alargó el viaje por diez días más.

Sin embargo, durante su parada en Brasil se enteró que los medios argentinos estaban enterados de su travesía y abrió una cuenta en Instagram para compartir sus experiencias en los últimos días del viaje.

Finalmente, el 15 de junio llegó a casa donde fue recibido como héroe y 72 horas después de que su prueba de coronavirus saliera negativa, Juan Manuel pudo reunirse con su familia para pasar el Día del Padre con su papá que recientemente había cumplido 90 años.

Sería normal pensar que después de esta odisea ya no quisiera volver a viajar en barco, pero una vez que todo acabe, el argentino admitió que tiene muchas ganas de seguir navegando.

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Misión cumplida! La fe cruza oceanos

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