¿Qué sería de nosotras, mexicanas, sin el apapacho de nuestras madres y abuelas? ¿Seríamos las mismas sin esos días soleados de visitar el tianguis mientras chachareamos en cada puesto que se nos ponga enfrente? ¿O a poco no sentimos bonito cuando alguien, sin esperar nada a cambio, nos picha algo de la tienda?
Pensemos ahora: ¿cómo explicamos a alguien, que no es de México, el apapacho, el tianguis, chacharear o pichar?
Esas palabras, tan nuestras, son la forma en que nos comunicamos, en la que concebimos y vivimos la cotidianidad.
“Entender la lengua como una manera en la que el mundo te atraviesa”, dice el editor Manuel Meza Coriche.
Esta reflexión no es de a grapa: Manuel (Mane, como lo conocen sus amigos) es parte de un equipo enorme que lanzó Intraducibles, un libro tan asombroso como importante: reúne 68 palabras cotidianas de 33 lenguas de pueblos originarios de México que no tienen una traducción al español, que para entenderlas, hay que describirlas.
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“Lengua es cosmovisión y, por lo tanto, en el tratamiento de la prosa, en el intento por describir la palabra -no definirla, sino describirla-, utilizamos recursos metafóricos, parábolas, cuentos que le dieran sentido a la palabra porque, en sí, no tiene una traducción”, explica Mane, quien también es divulgador y escritor.
Muchas de estas palabras son tan difíciles de concebir en español, que necesitas “mucho texto” para lograrlo. El gran reto de describir y explicar esas 68 palabras fue que estuvieran escritas para personas de cualquier edad, con calidad y calidez.
Foto: Cortesía equipo de Producción Santillana México
El libro Intraducibles se concibió, como muchos proyectos con corazón, en una charla con mezcal entre dos mujeres imparables: la poeta zapoteca Irma Pineda, representante ante la Unesco de los pueblos indígenas, y Gabriela Lavalle, directora del Instituto Mexicano de Turismo en Houston.
En una charla de amigas, Irma y Gabriela hablaban sobre un libro llamado Lost in translation que reúne algunos fun facts de palabras en japonés que pierden su sentido cuando se les traduce al inglés.
“¿Y si lo hacemos con lenguas originarias sería fácil conseguirlo?, ¿con qué objetivo lo haríamos?”, se cuestionaron y resolvieron que, si iban a hacer un esfuerzo de ese calado, tendrían que darle alma al proyecto.
“Irma lo dotó de propósito: de poner en su justo lugar a las y los hablantes y darles un tributo a los años de resistencia”, explica Mane.
Así que, desde sus trincheras, Irma y Gabriela se movilizaron.
La poeta buscó a la Unesco y al Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) y, desde ahí, se lanzaron distintas convocatorias.
El INALI invitó a hablantes de lenguas originarias del país a que compartieran algunas de sus palabras que no tienen una traducción directa al español y llegaron más de 200.
De esas, en un primer ejercicio para clasificarlas, se eligieron 68 de 33 lenguas (aunque, en México, existen 68 lenguas oficiales, aparte del español).
Después, la Unesco le entró: hizo convocatorias a decenas de universidades del país para realizar las ilustraciones de cada palabra y, en los créditos del libro vienen desde estudiantes de diseño e ilustración hasta ilustradores ya reconocidos (como Alejandro Magallanes).
De pronto, Gabriela Lavalle tenía consigo decenas de palabras con sus descripciones, decenas de ilustraciones y decenas de versos escritos por Irma Pineda.
“Ahí entro yo: me tocó la parte de coordinarla, no sólo la hechura del libro, sino en las palabras que están puestas acá”, relata Mane, quien coordinó todo el esfuerzo para editar, diseñar y publicar desde la editorial Santillana.
Las 68 palabras del libro, y las que tal vez en un futuro se adhieran en próximas ediciones, son una donación de los pueblos originarios al mundo.
Con cada una, con su entonación, su escritura, su descripción, las personas comparten un pedacito de su cosmogonía y su cosmovisión.
“Ellos nos regalaron una palabra y una explicación, una manera de ver el mundo. Cómo se usa la palabra más allá de su semántica y su pragmática, eso es lo más importante de una lengua: que se use, que esté viva. La palabra, por sí misma, es muy chingona, pero cómo sintetizas, cómo te introduces a su cosmovisión a través de ésta”, dice Mane.
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Ndumui: palabra otomí que se describe en el libro Intraducibles.
Por ejemplo: las y los hablantes de hñahñu dicen ndumui cuando sienten ese dolor que recorre del estómago al corazón y que, a veces, nos llega cuando alguien nos rompe el corazón o cuando la tristeza es mucha y de golpe. Para ellas y ellos, el estómago y el corazón representan el centro de energía de todas las personas.
¿Pero por qué, para las hablantes del hñahñu, es importante describir esa sensación? ¿Por qué tienen una palabra específica para ese sentimiento? “Porque es una manera diferente de ver el mundo. A eso queremos llegar: vivimos en un país en donde hay otras 68 maneras diferentes de ver el mundo”, precisa Manuel.
Irma Pineda fue el corazón del proyecto: ella, como mujer indígena y poeta, entiende la importancia de las palabras donadas por las y los hablantes.
Por eso, para cada una, creó versos haciendo, con eso, una especie de “doble traducción”. Es decir, tomó cada palabra, entendió el significado y, además, le hizo una poesía.
“El trabajo era muy complicado para ella, porque en la poesía hay muchas licencias lingüísticas, aquí no se podía tomar ninguna. Una palabra mal puesta y cambia el sentido”, explica Mane Meza Coriche quien, encima de todo, tuvo la chamba de editar esa poesía.
“Editar los poemas de Irma para que tuvieran el número de versos en el cuadro, que rimaran, que no se excediera, en fin… hacer el trabajo de edición de poesía siempre es difícil, pero hacer este trabajo fue doblemente complicado”.
Con su trabajo como poeta y como revisora del libro Intraducibles, Irma hizo un ejercicio de tributación a las y los donantes. En ese sentido, Mane recuerda claramente las palabras de Irma: “Lo que tengo es poesía, lo que le puedo dar al mundo es poesía, mi manera de agradecerle a las y los hablantes que donaron, es la poesía”.
Foto: Cortesía editorial Santillana México
Intraducibles es un libro que quiere ser accesible para cualquier persona; por eso está completito en una página web y, además, los 4 mil ejemplares de esta primera edición serán distribuidos de forma gratuita por todo el país.
A lo largo del libro, cada palabra, escrita en las grafías de su lengua original, está acompañada por:
“Estas palabras son intraducibles, pero lo intraducible está en todos lados. No es sólo una palabra, también es un momento, un aroma, es algo que no puedes describir y que, además, no tienes palabras para hacerlo”, dice Manuel.
Este libro es, entre muchas cosas, un reconocimiento a la resistencia de esos universos en México que, a través de sus lenguas, se oponen, desde hace 500 años, a la colonización.
Foto: Cortesía Editorial Santillana México