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Jun 18/2021

Lo que mi abuelo me enseñó sobre ser hombre

Mi madre cuenta que su padre fue uno de esos hombres que tenían una ética de trabajo admirable: todos los días se despertaba en la madrugada para ir a su taller de ebanista y regresaba hasta la noche, convivía un poco con la familia, cenaba, se iba a dormir y repetía, día tras día, año tras año, todo para poder proveer a su esposa y a sus varios hijos.

Aunque nunca lo conocí, las fotos y los testimonios que le sobreviven hablan de un hombre alto, formal y fuerte, alguien que nunca se quejaba de ningún mal, inteligente, ingenioso, con un gran sentido del humor y que parecía tener la fortaleza de un roble.

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Un día, mi abuelo regresó del trabajo y no tuvo la fuerza suficiente para subir las escaleras. Le dolía el estómago. Se sentó y decidió ir al doctor en ese momento. El diagnóstico fue claro: cáncer de hígado. Terminal. Murió un par de semanas después. Tenía 55 años. Mi madre tenía 5, apenas los suficientes para haber generado un par de recuerdos de él.

Yo, claramente, nunca lo pude conocer.

Pregunta clave: ¿las cosas pudieron ser distintas?

Igual crecí admirando a mi abuelo. Aunque nunca hablé mucho de eso, su historia me parecía fascinante: un hombre comprometido con su trabajo y su familia hasta que no pudo más; un hombre que aguantó por meses —quizás, años— los dolores del cáncer hasta que fueron incontrolables.

Un hombre que fue hombre hasta el último segundo. El ejemplo era claro: trabaja duro, aguántalo todo, no te quejes de nada, cumple tu función como hombre.

Pero un día, no recuerdo cómo, llegó una pregunta a mi mente: si mi abuelo hubiera ido al médico antes, ¿se podría haber salvado? ¿Podrían haberle detectado el cáncer con suficiente tiempo para remover el tumor?

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De conocer su diagnóstico unos meses o años atrás, ¿podría haberle dado tiempo a su familia de despedirse de él, garantizarles mayor seguridad, generar más recuerdos? ¿Podría haber vivido más? Mi abuelo murió a los 55 años. Mi madre tenía cinco años cuando se quedó sin padre. Mi abuela se quedó viuda y con 8 hijos a su cargo. 

De él sólo conozco un par de fotos y la historia que lo llevó a su muerte. 

Ese día, con esa pregunta y sin conocerlo, lo extrañé más que nunca.

Ser hombre: la masculinidad nociva

A veces pienso que a mi abuelo no sólo lo mató el cáncer, sino también lo hizo su masculinidad.

Nunca lo voy a saber y quizás pensarlo sólo se deba a un sesgo propio, pero tampoco sería algo raro: de las 40 principales causas de muerte según la OMS, 33 nos afectan mayoritariamente a los hombres.

Esto es por muchas razones (y no todas son sociales), pero cuando leo o escucho casos similares, no puedo evitar pensar en que estos patrones de comportamiento son los que tan seguido nos llevan prematuramente a nuestras muertes: trabaja duro, aguántalo todo. no te quejes de nada, cumple tu función como hombre.  

El mandato de la masculinidad dictó la vida de mi abuelo y seguirlo hasta que ya no pudo más fue parte de lo que se la quitó. ¿Pero acaso puedo juzgarlo? No. De ninguna manera.

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Francamente, no imagino la cantidad de presión a la que se ha de haber sometido. Él era el único proveedor de una familia grande y, definitivamente, no era una familia rica.

Faltar al trabajo, aunque fuera sólo un día, por enfermedad, descuido o puras ganas, podía tener grandes consecuencias económicas y emocionales.

Además, tampoco creo que él eligiera gustosamente aguantar dolores en el cuerpo y seguir trabajando, sin demostrar queja alguna.

No creo que haya comenzado a sentir dolor el día que no pudo subir las escaleras sino que probablemente lo llevaba sintiendo durante meses (quizás años).

Estoy seguro que la presión por demostrar su fortaleza frente a su familia era demasiada, que él genuinamente creía que era la mejor forma de educar y proteger a sus hijos y a su esposa de este mundo complejo e incierto, que posiblemente sintió mucho enojo contra sí mismo y preocupación por su familia cuando comenzó a notar que algo estaba mal, que ese enojo y esa voluntad de demostrar que seguía siendo un hombre fuerte quizás lo llevaron a presionarse demasiado, que lo último que deseaba era abandonar a la gente por la que hizo tanto, que seguramente sintió miedo, que no quería morir.

Que su muerte fue un efecto secundario de esa forma masculina de mostrar amor.  

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Un hombre que no actúa como hombre es un hombre vulnerable. Y un hombre vulnerable es un hombre mortal.

Creo que el miedo inconsciente que muchos hombres tenemos a dejar de performar nuestra masculinidad es, entre muchas cosas, el miedo a la muerte.

Valar morghulis, dicen en Game of Thrones, y es verdad: todos los hombres morimos. Y no solo morimos: también enfermamos, nos asustamos y lloramos. No hay nada de malo ni anormal en eso. Sólo es humano. 

La importancia de cuidarnos

Aunque suene paradójico, reconocer nuestra vulnerabilidad nos hace fuertes porque nos permite anticipar adecuadamente el peligro, conocer nuestros puntos débiles para protegernos mejor, cuidar de nuestra salud —física y mental— y la de otras personas.

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Y, bueno, tiene la gran ventaja de reducir la probabilidad de matarnos en el trabajo y dejar sin padre a una familia.

(Paola, al leer esto, me dijo: “está muy cabrón que ni después de la muerte se escapan del mandato masculino”). 

Hoy no se celebra el día de nada. No es día del hombre, ni de prevención del cáncer, ni de concientización de lo que sea. Y si sí, bueno, no me enteré y fue pura coincidencia.

Ya basta de esperar a que una campaña publicitaria o de salud nos recuerde algo tan sencillo como necesario: vayamos al doctor, a terapia o a lo que necesitemos para estar bien. Cuidemos nuestra salud mental y física. Esa también es una forma de demostrar amor.