Si hay una cosa que colectivamente debemos agradecerle al sexting es la forma en que reinvindicó la masturbación como una actividad de pareja.
Quizás sólo sea yo, pero la idea con la que crecí de masturbación fue, más bien, negativa: esa cosa que hacías sólo si estabas solo (y soltero), no podías frenar tus impulsos o eras una persona en situación de calentura pero no podías más que “hacer justicia con la propia mano”.
La sabiduría popular de los adolescentes y adultos jóvenes a mi alrededor era que las personas sólo se masturbaban si tenían necesidad, cosa que se resolvía al estar en pareja o con una gran fuerza de voluntad. *Inserte aquí un comentario sobre lo terrible y peligrosa que es esta mentalidad*
Y entonces llegó el sexting. En el sexting, la masturbación de la otra persona se vuelve el indicador de que todo va bien: nada dice tanto “vas por buen por camino” como una nota de voz gimiendo, un mensaje describiendo cómo se está tocando o, de plano, una foto que ilustre el momento.
En el sexo presencial, uno se da cuenta de eso (idealmente) a través de las reacciones del cuerpo de la otra persona al ser estimulado; en el sexo virtual uno debe provocarse esas sensaciones en el propio cuerpo y presentarlas de alguna manera.
Si antes la masturbación era una cosa que se hacía en solitario, con pena y a las luces apagadas, el sexting le dio la oportunidad de adornarse, presumirse, actuarse, jugar a ser al mismo tiempo voyeur y exhibicionista, sacar el Emmanuel Lubezki que tenemos dentro grabando nuestro orgasmo entero en un plano secuencia.
La experiencia del sexting demuestra algo: la masturbación puede ser una actividad de pareja.
Puede que esto suene raro de entrada para algunas personas, pero existen varias oportunidades que pueden surgir al atreverse a jugar con esta práctica:
Proponer la idea no siempre es sencillo. Existen personas que pueden estar más animadas que otras a hacerlo, por cualquier motivo.
Como en cualquier práctica sexual, lo más importante siempre es iniciar la conversación, proponer la idea pensando en lo rico que podría ser y platicar acerca de las circunstancias en que cada persona se sentiría cómoda haciéndolo.
¿Qué necesitan tú y tu pareja para hacerlo en confianza y tranquilidad de modo que sea una experiencia placentera y no angustiante? ¿A qué ritmo deben avanzar?
Quizás para alguna persona pueda ser demasiado confrontativo masturbarse frente a frente por alguna inseguridad respecto a su cuerpo, experiencia negativa pasada o vergüenza inoculada. ¿Es posible involucrar la masturbación en pareja como una práctica que ayude a vivir esa vulnerabilidad de una forma amorosa, segura, cuidada y placentera?
El chiste es hacerse la pregunta: ¿qué puede ser la masturbación si deja de ser una práctica que se vive exclusivamente en solitario?
Y si la respuesta a esa pregunta te genera curiosidad, entonces, ahora sí, a descubrirlo con la propia mano, pero en compañía.