Algo tan natural y normal como menstruar, también deriva en desigualdad y discriminación para mujeres y personas menstruantes. La afirmación no es de a gratis: en muchas ocasiones es motivo de vergüenza, impotencia, dolor e, incluso, pobreza
La falta de acceso a productos sanitarios, educación sobre higiene menstrual, inodoros limpios, acceso a agua potable para lavarse las manos y la correcta gestión de residuos, constituyen la pobreza menstrual, explica Coneval.
En el caso de la menstruación, la biología es pareja: en general, mujeres y personas con vulva estamos destinadas a experimentar el flujo menstrual cada mes. Lo que no es parejo es el acceso a vivienda digna, el poder adquisitivo, la situación legal o el entorno social, que hace que para cada persona la experimente distinto.
Sin embargo, y aunque desde el 27 de octubre de 2021 se aprobó la reforma a la Ley del IVA que eliminó el 16% del impuesto a productos de gestión menstrual, y se comenzó a aplicar a partir de 2022, una menstruación digna no es posible para todas las personas.
Las mujeres y personas con vulva en situación de calle, en prisión o en comunidades con escaso acceso a servicios públicos y educación menstrual viven su período de una forma distinta.
Para entenderlo, hay que conocer cómo se vive y de qué manera se puede contribuir a su reivindicación.
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¿Cómo gestionan su menstruación las mujeres privadas de la libertad? Con lo que pueden.
Pedazos de tela, papel sanitario, trapos, cubrebocas, calcetines, hasta el material de sus colchones -hechos de hule-espuma-, son usados como sustituto de toallas sanitarias.
Beatriz Maldonado, directora y fundadora de la organización Mujeres Unidas X la Libertad, vivió en carne propia la carencia en el acceso a productos de gestión menstrual en prisión.
Betty solía rellenar botellas de refresco con agua caliente para calmar los cólicos de una de sus mejores amigas en reclusión, a quien incluso ayudaba a cambiar sábanas manchadas, ya que su flujo era muy abundante y le provocaba dolores intensos.
Aún con la falta de productos de gestión menstrual y medicamentos para combatir los cólicos, así como escasez de agua limpia en los baños –ya de por sí sucios y descompuestos– para asearse durante los días del periodo, Betty no cayó en cuenta de la gravedad de la situación hasta que, años después de que ambas salieron de prisión, su mejor amiga falleciera a causa de un cáncer cervicouterino mal diagnosticado.
“Su último suspiro, su última sonrisa y su bendición yo la tuve, me dolió muchísimo y me sigue doliendo porque a falta de una atención a un ser humano se le va la vida. Ella murió en mis brazos y alcanzó a decirme: «Chiquis, no las olvides, no las dejes, lucha por ellas»”.
De esta forma inició Mujeres Unidas X la Libertad, una organización feminista conformada por mujeres que estuvieron en prisión.
Una de sus muchas tareas ha sido organizar campañas de donación de productos de gestión menstrual y la entrega de kits con champú, jabón y toallas femeninas en los Centros Femeniles de Reinserción Social de Santa Martha y Tepepan, ambos en CDMX.
El año pasado publicaron, en colaboración con Copred, el diagnóstico Periodo Tras las Rejas, con el cual evidenciaron las carencias en el trato y los servicios dentro de prisión, que dificultan una gestión menstrual saludable y digna.
Sin embargo, con una población total de más de mil 700 mujeres entre los dos centros penitenciarios capitalinos, la ayuda material resulta insuficiente.
Por esto, Betty y Mujeres Unidas X la Libertad apuestan por una concientización y sensibilización de la sociedad sobre la situación de las mujeres en prisión, para que se sumen a su dignificación.
Betty admite que para conseguir ayuda de la ciudadanía ha tenido que tocar puertas y contar su historia; no obstante, espera que poco a poco las puertas se abran solas, dispuestas a escuchar y ayudar a más mujeres: “Unámonos y no solamente con productos, unámonos de corazón”.
Mujeres Unidas X la Libertad hace campañas de donación de toallas sanitarias, como con la iniciativa “Súmate a un Periodo Digno”.
Puedes enterarte de futuras acciones en sus redes sociales:
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Las mujeres integrantes de las poblaciones callejeras gastan el 40% de su ingreso total diario en comprar productos de gestión menstrual, reportó el diagnóstico La Vida en Rojo, hecho por la organización El Caracol, junto con Copred.
Si no les alcanza para comprar toallas –al generar entre 20 y 50 pesos al día– recurren a trapos, trozos de tela o papel, e incluso llegan a invertir en pañales desechables de bebé.
Algunas de ellas evocan la menstruación como “un martirio”.
En el informe lo condenaron como una carga: “Lo primero que pienso [cuando me baja], es en por qué fui mujer. […] Quitarme la matriz me ahorraría muchas cosas”.
El inicio de la epidemia de covid-19 en México dejó a muchas mujeres en la calle y con ello también se agravaron las condiciones para una menstruación digna. Con las restricciones y cierres de establecimientos, se quedaron sin organizaciones que les pudieran facilitar el acceso a los productos de gestión menstrual y sin lugares a dónde entrar para bañarse o cambiarse.
“Las chavas se quedaron en un tema de abandono”, admite Alexia Moreno, coordinadora ejecutiva y encargada de temas de género en El Caracol. “Desafortunadamente, las poblaciones callejeras, y puntualmente las mujeres, son invisibles”.
Así, se realizó un trabajo de equipo entre colectivas, instancias de gobierno y El Caracol para donar toallas femeninas a las mujeres en situación de calle en la CDMX. También, se les entregaron kits de gestión menstrual, con las compresas necesarias para una semana de menstruación y toallitas húmedas.
Sin embargo, no se cuenta con capacidad suficiente para apoyar a todas las mujeres que lo necesitan y hay un número reducido de organizaciones que se dedican a atender a esta población. Haciendo recuento, Alexia Moreno alcanza a mencionar solamente a siete asociaciones que trabajan en este tema y muchos grupos religiosos.
La propuesta que pone sobre la mesa El Caracol, y otras colectivas que impulsaron el movimiento de Menstruación Digna, es que el acceso a los productos de gestión menstrual sea totalmente gratuito para las mujeres en grupos de población prioritaria, como las que están en situación de calle.
También invitan a la ciudadanía a voltear a ver a estas mujeres: acercarse a organizaciones que trabajen con ellas, donar toallas sanitarias a las que encuentren en las calles y propiciar la reflexión sobre cómo viven la menstruación.
El Caracol recibe donativos en especie, como toallas y tampones, así como donaciones económicas.
En San Mateo del Mar, una comunidad indígena en el Istmo de Tehuantepec, a las mujeres les enseñaron que la menstruación duele.
De madres a hijas se pasó la herencia del silencio hacia los cólicos, así como la sabiduría de usar telas como toallas.
La menstruación también es un tabú en los hogares, donde es visto como un tema oscuro y sucio. En el pasado, las mujeres no conocían las toallas, ni tenían acceso a pastillas para cólicos.
Tal fue el caso de la madre y abuela de Roselia Gutiérrez, tallerista de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México (ddeser), e incluso de su hermana mayor, quien le enseñó a colocar, limpiar y cuidar sus telas de menstruación.
Roselia, de la tercera edad, cuenta que aún ahora, hay mujeres que usan tela, y otras, de zonas más apartadas, que disimulan su flujo con el refajo de sus faldas.
Explica que actualmente en San Mateo del Mar hay más información disponible sobre la menstruación, al contar con luz y cable, y por ende con televisión y acceso a redes sociales. También se pueden adquirir pastillas para cólicos y productos de gestión menstrual en alguna de las dos farmacias de la comunidad.
Sin embargo, la menstruación sigue lejos de ser digna para muchas: en algunas zonas, como las rancherías, no tienen luz; también hay mujeres que no cuentan con recursos para comprar los productos que necesitan y otras que no tienen acceso al agua para lavarse o bañarse.
Desde hace más de 25 años en esta comunidad no hay agua entubada.
Roselia calcula que el 70% de las personas tienen pozos, pero las demás tienen que caminar para acarrear agua. “Pienso que la deben pasar mal”, comenta la mujer sobre las jóvenes que viven su periodo de esta forma.
Con el apoyo de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos, Roselia y otras mujeres dan talleres en la comunidad, a niñas y jóvenes de primaria, secundaria y bachillerato sobre temas como la menstruación. Pero fuera de esos espacios, se sigue sin hablar al respecto.
Tampoco les ha llegado ayuda externa en materia de menstruación.
La única vez que les donaron toallas femeninas fue después del terremoto del 19 de septiembre de 2017 y fueron productos compartidos por la capital oaxaqueña, a donde llegó directamente el apoyo.
Roselia explica que hay poca información sobre la gestión menstrual de las mujeres indígenas, y propone que se haga un diagnóstico en cada comunidad para investigar la situación de las mujeres y cómo conviven con este proceso.
“Debe de haber muchas jóvenes sin la accesibilidad para poder tener lo elemental para su menstruación y pasarla un poco mejor”, reflexiona.
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