Vamos a jugar a “dos mentiras, una verdad”:
¿Ya tienen su respuesta? Pues ahí les va: todas son verdad.
La primera opción era obvia, vaya. De la segunda podrían decir “pero César, esa canción es mi parte favorita de las bodas”, y pues está bien, es válido, como también es válido llamarle “tacos” a lo que sea que vendan en Taco Bell. ¿La constitución protege esa libre expresión de la personalidad? Sí. ¿Es una ofensa directa a cualquier definición de moral y estética? También.
Pero por mucho que me gustaría dedicar esta columna a los primeros dos puntos, no soy ni ufólogo ni filósofo, sino sexólogo, así que me concentraré en el tercero: en las personas con pene, la eyaculación no es lo mismo que el orgasmo. Y conocer esta realidad del cuerpo abre la posibilidad de mejorar radicalmente nuestra vida sexual.
Me explico: aunque el orgasmo y la eyaculación suelan aparecer simultáneamente, son procesos fisiológicos distintos.
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El orgasmo ocurre por la contracción rítmica e intensa de los músculos de la zona pélvica al momento de liberar tensión sexual acumulada.
No sucede en el pene, como muchas personas podrían creer. Sí, la mayoría de los orgasmos que tenemos son provocados por la estimulación directa en el cheto, pero el orgasmo no sucede ahí.
La eyaculación tiene dos procesos: emisión y expulsión.
¿Ubican el punto científicamente conocido como “SI TE SIGUES MOVIENDO ASÍ DE RICO ME VOY A VENIR NO ESPERA YA ME ESTOY VINIENDO AAAHH”? Esa es la emisión (por cierto, la otra ciencia, la que le pone nombres descriptivos pero aburridos a las cosas, también lo llama punto de inevitabilidad eyaculatoria) y ocurre por la contracción de algunos órganos genitales, como los conductos deferentes, las vesículas seminales y la próstata.
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La expulsión, en cambio, se refiere al momento en que, eh bueno, pues, se expulsa el semen.
Este proceso es llevado a cabo a través de la contracción del músculo pubococcígeo, lo que empujará al semen para que salga con fuerza.
¿Pero qué no la contracción de ese músculo también ocurre durante el orgasmo? Sí, pero los procesos que lo activan son distintos.
Conociendo la fisiología de ambos procesos podemos determinar que, aunque suelan aparecer de forma simultánea, el orgasmo y la eyaculación son dos cosas distintas.
Esto se traduce en que puede existir eyaculación sin orgasmo, del mismo modo que puede existir orgasmo sin eyaculación.
¿Cómo es la eyaculación sin orgasmo? Es la eyaculación de semen sin el placer (y, por lo tanto, sin el proceso fisiológico) del orgasmo.
¿Han tenido sueños húmedos? Ahí pasa. ¿Alguna vez eyacularon por masturbación o coito y como que algo les faltó? Ajá, exacto.
En la eyaculación precoz, por ejemplo, esto suele ser común: existe eyaculación pero no hay suficiente tensión sexual acumulada como para provocar la respuesta orgásmica, lo que se traduce en apenas algunas sensaciones placenteras, pero no la de un orgasmo.
Algunas patologías, como la esclerosis múltiple o la neuropatía periférica, pueden provocar esto también.
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¿Cómo es el orgasmo sin eyaculación? Es el orgasmo que no va acompañado de la expulsión del semen (conocido de repente como “orgasmo seco”).
Esto puede suceder por varios motivos: cirugías como la prostatectomía radical removerán los órganos encargados de la emisión de la eyaculación… ¡pero no los músculos pélvicos! Por lo tanto, puede haber orgasmo.
Otras patologías, como algunas lesiones nerviosas, hipogonadismo, radioterapia o incluso ciertos medicamentos pueden provocar esto.
¿Por qué es importante conocer esta información? Bueno, primero, porque el cuerpo es nuestro hogar y nunca está de más conocernos.
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Segundo, porque esto puede aliviar temores: no eyacular no te hace infértil (se puede extraer tu semen y generar inseminación artificial), la vasectomía no reducirá tu capacidad orgásmica (porque no afecta ni la eyaculación ni a los músculos pélvicos), los tratamientos a la próstata no necesariamente se traducirán en imposibilidad de sentir orgasmos, etc.
Además, este conocimiento abre la puerta para hablar del multiorgasmo.
¡¿Podemos tener orgasmos múltiples?! ¡Sí! Sucede esto: en la respuesta sexual humana existe algo conocido como periodo refractario: ese momento después de tener sexo en el que dices “ufff, ya, hasta acá” y tiene que pasar un tiempo antes de que puedas volver a excitarte.
El periodo refractario se asocia al orgasmo, aunque esto no es muy preciso.
En realidad, lo que activa al periodo refractario no es el orgasmo, sino la eyaculación. ¿Qué significa esto?
Que si uno aprende a disociar la eyaculación del orgasmo (hackear el cheto®), puede abrir la posibilidad de tener varios orgasmos sin que se active el periodo refractario.
¿Cómo lograrlo? Bueno… la evidencia que tenemos disponible no ha concluido respecto a si es una posibilidad universal o no.
Hay casos reportados de personas con pene capaces de tener orgasmos múltiples de manera espontánea, como también hay de quienes aprendieron a hacerlo a través de diversas prácticas: la estimulación prostática, técnicas de respiración y meditación (como el tantra), ejercicios de fortalecimiento muscular, cambiar de parejas sexuales en prácticas de sexo grupal, entre otros.
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Y aunque el multiorgasmo es una posibilidad fascinante, creo que detrás de esta posibilidad se esconde una verdad todavía más placentera y liberadora: si orgasmo y eyaculación no son lo mismo, entonces, lo que usualmente dispara la eyaculación, que es la estimulación constante en el pene, no es la única forma de llegar al orgasmo.
Y si el orgasmo se trata de acumular tensión sexual, no de provocar la eyaculación, entonces nuestra atención podría rendir más frutos al destinarse a las múltiples y diversas formas en que podemos lograr esto. Y ya de ahí, poco importará si acabamos con uno o varios orgasmos, porque de cualquier modo habrá mucho placer.