¿Qué es lo que hace a un buen amante? Dependiendo de a quién le preguntes, la respuesta puede variar: hay quien se lo adjudica a “la química” (tanto en su sentido mágico como científico), hay quien cree que se trata de una habilidad que se puede aprender, estudiar y practicar; hay quien opina que se trata de “experiencia” y hay quien piensa que es algo que sólo sucede, como un don que tienes o no tienes.
No hay un consenso e incluso entre quienes estudiamos la sexualidad existen diversas opiniones y perspectivas respecto a lo que significa el “buen sexo”.
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Entre las varias propuestas y exploraciones que existen respecto a esta pregunta, un elemento tiende a destacar casi como una obsesión cultural: las posiciones sexuales.
Hay una suerte de fascinación morbosa respecto a la idea de pensar en el sexo como un acto más o menos mecánico cuyo secreto reside en conocer esa postura entre cuerpos que, al realizarla, otorgará oleadas de placer sin límites.
La noción de que el sexo tiene distintas posiciones en que puede ser practicado es, probablemente, uno de los primeros aprendizajes que muchas personas obtuvimos respecto al placer sexual.
Sin embargo, a pesar de toda la atención volcada a ese tema, resulta que no ofrece muchas respuestas respecto a lo que realmente es el placer o la sexualidad: hay quien no tiene idea de cómo estimular su próstata (o no sabe que tiene una) pero perfectamente sabe a qué se refiere la expresión “coger de perrito”; hay quien sabe cuáles posiciones sexuales le pueden llevar a sentir más placer (incluso, tener un orgasmo) pero no sabría decir por qué; hay quien no puede nombrar al hilo diez cosas que le exciten, pero claro que conoce de qué trata ese texto conocido como “kamasutra”.
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El Kama-sutra es, precisamente, un ejemplo curioso de la obsesión con las posiciones sexuales en Occidente.
El texto hinduista original es un compendio de ideas respecto al amor y a la sexualidad que abarca distintos temas, como la seducción, el matrimonio o “la conducta adecuada de una esposa” (!).
Las posiciones sexuales es sólo uno de los varios temas abordados en el texto y la descripción de las “64 artes” se enmarca dentro de toda una filosofía y religión específica.
Este contexto, desde luego, no se menciona en la mayoría de los textos contemporáneos que se han escrito en su nombre: al buscar “kamasutra” en Google, la mayoría de los artículos arrojados serán una variación de “Las 10 posiciones del kamasutra que debes probar”, con amplias descripciones que parecen menos indicaciones para el placer y más instrucciones para armar un mueble (“coloca A encima de B y ensarta C dentro de D”).
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Además, pareciera que el objetivo de varios de estos textos no es ni siquiera proveer de información útil para las personas que lo lean, sino impulsar una suerte de despliegue de fortaleza física para demostrar más: cuál es la posición más retadora, más complicada, más peligrosa, más secreta.
La mayor parte de la discusión sobre las posiciones sexuales suele girar alrededor de las coitales, es decir, las que se realizan en la penetración pene-vagina, algo que suele ser contraproducente cuando se toma en cuenta que:
a) En las personas con vulva, la vagina no es el órgano sexual que tiene mayor capacidad de sentir placer.
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b) No existe mucha atención a las posiciones sexuales que se puedan adoptar para prácticas sexuales genitales entre personas del mismo sexo (reto a cualquier hombre heterosexual que esté leyendo esto a que piense en una posición sexual entre dos mujeres. ¿Ya la tienes? Ahora menciona otra que no sea “tijereteo”).
c)Existe todo un cuerpo, más allá de los genitales, que queda olvidado en su estimulación.
Pareciera que la obsesión por las posiciones sexuales es muy masculina, no sólo en su casi exclusiva exploración de la penetración (quizás la única posición sexual ampliamente conocida que podría ser distinta es el “69”), sino en la demostración de poder a través de la fuerza física o equilibrio que requiere para realizarla.
Si pensamos en cuerpos con pene, tiene sentido: la penetración, sea anal o vaginal, estimula intensamente el glande.
Si pensamos en cuerpos con vulva, deja de tenerlo: la penetración, o no estimula el clítoris o lo hace muy indirectamente (y el desconocimiento de esto es, en parte, uno de los muchos factores en juego al momento de explicar la brecha orgásmica).
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Considerando esto, no es exagerado sugerir que la obsesión por las posiciones sexuales también tiene un elemento que podría considerarse capacitista (es decir, discriminatorio hacia personas que viven con discapacidad), puesto que considera de entrada que el placer reside en la capacidad física para realizar múltiples posiciones y no en, no sé, de hecho intentar pasarla bien, independientemente del cuerpo que tengas.
No es que las posiciones no importen. Desde luego, importan, ¡y mucho!
La posición sexual adoptada durante una relación sexual puede ser determinante en aspectos como:
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Es decir, las posiciones sexuales importan mucho.
Sin embargo, la forma en que solemos entenderlas las reduce a uno o dos aspectos y no considera que son un medio para llegar al placer, no un fin en sí mismo.
No es raro que en el consultorio reciba a parejas que llevan mucho tiempo sin sentir deseo una por la otra y que al momento de explorar su historia repitan la frase “ya hemos probado un montón de posiciones nuevas”.
¿De qué sirve realizar el catálogo entero del kamasutra si no se entiende el sexo como algo más que un acto mecánico? ¿Dónde quedó ahí el deseo, la chispa, la curiosidad, la espontaneidad, el juego?
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Cuando he llegado a tener en consulta a parejas con esta situación, solemos realizar un ejercicio que va así: piensa en las tres mejores relaciones sexuales de tu vida e intenta recordarlas con todos los detalles, ¿con quién fue?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? Recuerda lo que te excitó desde el primer momento, lo que hizo que fueran las mejores. Recuerda las posiciones. Mantén esa imagen mental en tu cabeza.
Ahora recuerda otras tres ocasiones en que hayas tenido sexo mediocre, de esas que piensas “wow, esto me lo pude haber ahorrado” o, cuando menos, algunas que no hayan trascendido demasiado en la memoria. Otra vez, intenta recordar la experiencia a detalle y recuerda las posiciones.
Ahora compara ambas experiencias. ¿Notas algo? Estoy seguro que hay una gran probabilidad de que las posiciones sexuales que realizaste en el mejor sexo de tu vida, de hecho, no hayan tenido nada de espectacular. E incluso cuando sí, cuando de hecho las posiciones hayan sido un factor clave, preguntaría: ¿Por qué? ¿Qué hizo que esas posiciones fueran tan significativas y excitantes?
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Ahora, no sólo eso, también estoy seguro que es muy probable que las posiciones que hiciste tanto en el mejor sexo como en el más mediocre, de hecho, se repitan.
Es decir: es posible que exista concordancia en las posiciones (finalmente, hasta el kamasutra reconoce que existe un número más o menos limitado de las formas en que se puede coger), aunque la experiencia sea completamente distinta. Y eso, pienso, debería ser suficiente evidencia para notar que, como sociedad, quizás estamos poniendo nuestra atención en los lugares incorrectos.
¿Qué es lo que hace a un buen amante? De nuevo, la respuesta varía de persona en persona, pero me atrevería a sugerir algo para quien le resuene.
No se trata del número de posiciones sexuales que pueda realizar o de la proeza física con la que lo haga, sino de otra cosa: la sorpresa, el juego de poder, el deseo, la anticipación del momento, la energía, el amor, el riesgo, la planeación, vaya, el deseo.
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