Decir que admiro a Esther Perel sería quedarme corto. Con años dedicándose a estudiar el deseo en parejas que llevan mucho tiempo juntas, así como la forma en que se viven los amoríos en diversas partes del planeta, posiblemente sea la mayor experta en deseo, amor e infidelidad del mundo.
Su libro The State of Affairs: Rethinking Infidelity (cuya edición en español publicada por Editorial Planeta y titulada El Dilema de la Pareja tuve el honor de traducir) es brillante: en él, Perel explora con una mirada clínica tan empática como incisiva a la infidelidad no como una falla moral sino como un acto con significado del que las personas pueden aprender mucho, si se animan a escuchar.
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El jueves 5 de septiembre, Esther Perel estuvo en la CDMX para impartir una conferencia sobre El poder de las relaciones y tuve oportunidad de platicar con ella.
Estas son seis joyas de sabiduría que salieron en la conversación. Todas son palabras de Esther Perel.
Ella es Esther Perel, santa patrona de las relaciones. Foto: facebook.com/esther.perel
Creo que, en ocasiones, los hombres siguen esperando que las mujeres cumplan un rol tradicional, pero esto también lo hacen las mujeres.
Si ellas se divorcian y son quienes sustentan a la familia económicamente no se van a sentir cómodas manteniendo a sus exesposos.
Estamos en una transición masiva. Las relaciones están cambiando rápidamente, tenemos que renegociar o negociar por primera vez cosas que antes no hacíamos porque antes las reglas eran muy claras, las estructuras eran muy fijas, pero las cosas están cambiando.
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Así que creo que todo mundo tiene más preguntas, más confusión, más dudas respecto a sí mismos… Los hombres tienen muchas expectativas hacia las mujeres y las mujeres tienen muchas expectativas hacia los hombres.
Sí, pero…
Para mí, nada ha modificado a las relaciones heterosexuales como la democratización de los anticonceptivos, porque cambió el significado entero de la sexualidad.
Por primera vez podías experimentar la sexualidad sin tener que pensar en embarazo y en tu mortalidad. Esto le dio libertad al deseo femenino. También les permitió a las mujeres trabajar y eso les permitió a los padres descubrir una identidad como padres y no solo como proveedores materiales.
Así que, para mí, los cambios siempre son un sistema interdependiente: una cosa cambia a la otra y esta cambia a otra y así sucesivamente.
Ella va al trabajo, él se convierte en un padre diferente; la invención de la paternidad moderna es una de las más importantes consecuencias del feminismo.
También se han cambiado las estructuras de las familias porque ya no tenemos ocho hijos, sino uno o dos y eso modifica los roles, el significado de la sexualidad; el sexo ya no solo es parte de nuestra biología sino de nuestra identidad.
Y creo que por mucho tiempo las mujeres han lidiado con los abusos del poder, es decir, en México tienen 10 mujeres asesinadas al día, ¿no es así? Y son asesinadas sobre todo por hombres que las conocían y, con frecuencia, las amaban.
Falta mucho por hacer. Las vidas de las mujeres no van a cambiar hasta que las vidas de los hombres cambien también, cuando puedan experimentar su propia vida emocional sin tener que a) sexualizarla o b) negarla y convertirla en violencia.
Ese es mi feminismo. Estamos interconectados.
Es peor para los hombres y he escuchado eso en México mucho más de una vez.
¿¡Por qué!?
Porque podrían no ser considerados hombres de verdad. ¿Qué clase de hombre permitiría ser humillado de esa manera y aún así elegiría quedarse? Pues déjame decirte cuál: el hombre que todavía ama a su esposa, el que se da cuenta que quizás no ha estado a la altura de lo esperado y que tiene que hacerse responsable de ello; el que quiere ser un mejor compañero de lo que era antes y le dice a ella “quédate conmigo, voy a cambiar”, entre muchas razones muy dignas, pero esa no es la manera en la que suele percibirse.
En La Ciudad de las Ideas, un hombre habló justo de esto y le dije: ¿puedes imaginar que tú podrías convertirte en un modelo a seguir si dijeras ‘mi esposa fue infiel y me hirió muchísimo, pero hubo un mensaje ahí, y el mensaje era que no quería perderla, que iba a luchar por ella y que aunque lo que hizo me lastimó, no tiene por qué humillar mi masculinidad’?
‘Porque de hecho hay dignidad en luchar por ella, en ser la persona que quiere preservar la familia —no es solo de la mujer el rol de querer preservar la familia— y en no querer ver a mis hijos cada dos semanas o cada fin de semana’.
‘De cierta forma sé que tampoco he sido el hombre perfecto y no he cumplido todas mis promesas’.
Porque podría ser muy fácil de repente hacerte la víctima y decir “ah, me hizo esto, ¿cómo se atreve?” Y no, ¿sabes? Esto sucedió. No es que sólo te lo haya hecho: sucedió. Y ella te hizo eso pero tú también has hecho muchas otras cosas y ahora tenemos que revisar las faltas en la relación.
¿Qué quieren? ¿Por qué? ¿Qué los llevó a esto? ¿Es porque no sientes atracción por tu pareja pero la amas a pesar de que ya no sientes deseo hacia ella?
La no monogamia no es una solución a un problema. Es una solución a algunos problemas: ¿tienes una pareja que es 25 años mayor a ti o con cáncer de próstata o que ya no siente deseo hacia ti? Sí, puede ser un acuerdo que atienda al hecho de que uno de ustedes es joven y quiere seguir teniendo experiencias, por ejemplo.
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Pero a veces veo a parejas jóvenes que ven esta opción como LA solución a algo que falta, así que tenemos que preguntarnos: ¿qué significa?, ¿cuáles son los límites?, ¿dónde podría comenzar a sentirse amenazante?, ¿qué compartiremos y qué no?, ¿qué tanta autonomía vamos a tener?, ¿qué pasa si alguien rompe las reglas?
Porque, sí, hay infidelidad incluso en las relaciones no monógamas.
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Lo que me parece interesante de estas parejas no es lo que decidieron, sino que están teniendo la conversación, que están viviendo con cierta cantidad de consciencia respecto a su relación y no solo están cayendo por los ideales románticos.
Hablando de amor romántico, checa este video:
Uno: el amor es un verbo, requiere de práctica constante y no es un permanente estado de entusiasmo.
Dos: hay muchas personas que puedes amar, pero no tantas con las que puedes compartir tu vida. Amar a alguien y vivir con alguien no es necesariamente lo mismo. Esto no significa que no quisieras amar a la persona con la que vives, pero son distintas expectativas las que emergen.
Tres: las mujeres y los hombres son mucho más similares de lo que creemos.
Todos queremos dignidad. Todos queremos ser respetados. Todos deseamos sentirnos aceptados. Todos queremos a alguien que se ría de nuestros chistes. Todos queremos a alguien que nos toque con amabilidad. Todos queremos sentirnos deseados.
Esta noción de que los hombres quieren sexo y las mujeres quieren amor es una falsa dicotomía.
Lo que he aprendido es que los hombres tienen permiso a hablar de sexo y tienen que negar el hecho de que quieren muchas otras cosas, así que el sexo es su forma de acceder a ellas: amor, ternura, vulnerabilidad, cuidado, confianza, etcétera.
Las mujeres no son solo cinturones de castidad y aunque no tienen permiso a hablar de sexo y erotismo tienen permiso a hablar de amor.
Cuatro: esto solo termina el día que tú terminas. La calidad de nuestras relaciones determina la calidad de nuestras vidas. Somos autores de mucho; no solo somos lo que nos ha ocurrido, también somos en lo que hemos decidido convertirnos.