Vivimos en una gran época de la historia para ejercer la promiscuidad. Tenemos apps de ligue, moteles temáticos, tiendas de juguetes sexuales, clubs swingers, cuartos oscuros y un montón de cosas más, dedicadas exclusivamente, a nuestro sagrado derecho a la putería.
Una de las prácticas sexuales contemporáneas más comunes es la del sexo casual.
Aunque en su mejor momento, el sexo casual puede ser una experiencia de mucho gozo y placer, intimidad, sanación y más, en el peor, pueden pasar cosas horribles, como abuso sexual, transmisión de infecciones, culpas, embarazos no deseados o darte cuenta a la mañana siguiente que cogiste con alguien que cree los problemas del país se tratan de “personas buenas contra personas malas”.
Aunque no nos podemos deshacer de todos los riesgos de tener sexo casual, pienso vale la pena hacernos algunas preguntas que, creo, nos pueden ayudar a tener mayor control sobre nuestras decisiones, reducir los riesgos al mínimo y aumentar las probabilidades de que sea una experiencia placentera y segura.
Obviamente, no tendrías que justificar tu decisión ante nadie.
Porque lo deseas y porque tu pareja (o parejas, el cielo es el límite) lo desean también son razones suficientemente válidas para casi cualquier tipo de práctica sexual. Sin embargo, creo que igual vale la pena preguntarse los motivos detrás de la decisión por dos cosas:
La primera es que vivimos en una sociedad muy conservadora y cuyos valores están muy influenciados por el catolicismo, por el machismo, y por el entretejido de otras ideologías que castigan los placeres del cuerpo.
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Y al mismo tiempo, existen otras fuerzas culturales que nos invitan a coger todo el tiempo (el sexo como un producto de consumo más) y si no lo haces eres una frígida o un perdedor. Pero cuando sí lo haces resulta que está mal y eres una zorra o un… ¡¿cómo que no hay equivalente masculino del término?!
Por lo tanto, muchas veces, el sexo casual puede generar sentimientos de culpa, sea porque queríamos, pero nos dijeron que no debíamos, o sea porque no queríamos y nos dijeron que debíamos.
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Saber por qué estamos tomando la decisión puede ayudarnos a dialogar con las voces internas que nos dicen que lo que estamos haciendo está mal, para poder definir si tienen la razón o no, si queremos hacerles caso o no.
La culpa supone revisar el pasado con los ojos más crueles posibles. Esto no significa que sea “mala”: la culpa puede ser una emoción muy útil cuando nos ayuda a darnos cuenta de las cosas que hacemos mal para corregirlas después.
Sin embargo, la culpa también puede ser un mecanismo moral de control de nuestros cuerpos, acciones e identidades y esto es particularmente cierto cuando hablamos de la sexualidad y todavía más si eres mujer o no eres un hombre heterosexual.
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La segunda es tener claro, o al menos tener una idea, de qué es lo que te está motivando a tener sexo casual.
Esto puede darte más control sobre la situación y ayudarte a enfrentar sorpresas desagradables, como darte cuenta en pleno acto que estás intentando demostrar algo, o que lo hiciste para tapar una emoción dolorosa, o que en realidad no querías sexo casual sino compañía o amor, o que lo haces como venganza hacia tu ex, o demás motivaciones oscuras.
Si una experiencia dolorosa o negativa es la que te está orillando a la decisión, porque pasa, puede que quieras darle un par de vueltas más al asunto antes de lanzarte, es una forma de cuidarte y cuidar a la otra persona.
Y si no tienes ahora mismo tan claras tus motivaciones, tampoco pasa mucho. Nuestras motivaciones cambian con el tiempo y suelen irse aclarando sobre la marcha.
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Si es el caso, explora cómo te sientes y si es una decisión que te despierte deseo y seguridad: a veces, con eso basta.
Una vez que ya decidiste que quieres tener sexo casual, hay que resolver el problema de que para tener sexo necesitas de, al menos, otra persona, porque si no, solo estarías teniendo… masturbación casual.
Puede que quieras compañía y cercanía emocional en tus encuentros casuales y eso está bien. Puede que quieras la emoción del anonimato y del encuentro único y eso también está bien. Lo que no está bien es que propagues el pánico y la desinformación por el coronavirus y realices compras de pánico de 400 cubrebocas. Pero a diferencia de eso, en el sexo casual, sí hay un margen de cosas aceptables.
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¿O qué tal que no buscas ninguna de estas experiencias sino que, más bien, tu propósito es subvertir las convenciones típicas de lo que significan las etiquetas “pareja”, “fuckbuddy”, “amistad” y demás categorías relacionales para crear un vínculo que exista bajo acuerdos propios y límites propios al margen de lo que la sociedad espera del mismo? Podría ser, vaya. Y está bien. Pero hay que preguntárselo.
Igual que con la primera pregunta, esto casi siempre se resuelve sobre la marcha.
A veces podríamos tener ganas de sexo casual con una amistad y a veces con un ligue de una app.
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Las relaciones existen fuera de las categorías que pretenden almacenarlas y no siempre podremos ubicarlas en A o B. Pero tener cierta claridad respecto al tipo de relación que deseamos hoy nos podría ahorrar muchísimos problemas.
Por ejemplo: puede ayudar a saber si queremos conseguir nuestras parejas de una aplicación, o de algún círculo social o de una fiesta, o de Twitter, o de un bar, o de un cuarto oscuro o club swinger.
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En la naturaleza de la relación también está la experiencia deseada: no es lo mismo tener sexo con una persona a la que conoces de hace años que con una de quien desconoces su nombre: ambas ofrecen vivencias del sexo completamente distintas y tener alguna idea de cuál nos atrae más, aunque sea sólo en nuestra fantasía, nos puede ayudar a buscar con mayor precisión la experiencia deseada y evitar o reducir la frustración si los planes no salen como lo planeamos.
El sexo casual supone riesgos, se sabe. En este país feminicida, además, los riesgos son especialmente más altos para ellas que para nosotros. Algunos consejos para prevenirlos:
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También vale la pena cuidar los riesgos emocionales. El sexo casual podrá ser sin compromisos, pero nunca es solo sexo.
Cada vez que cogemos, ponemos en juego nuestro cuerpo, con todo lo que conlleva: intimidad, inseguridades, deseos, fantasías, seguridad.
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La cultura capitalista de consumo y desecho inmediato ha invadido hasta nuestras camas y, como consecuencia, es fácil que el sexo casual termine siendo un mero consumo de cuerpos, sin ningún tipo de cuidado o ética. Las personas con las que tienes sexo casual también son personas, con miedos, inseguridades y deseos propios. Y no pasa nada si las tratas como tal.
Hablar sobre lo que uno espera del encuentro y preguntar lo que la otra persona desea es esencial. No sólo sirve para elaborar acuerdos, sino también es una forma de saber si se encuentran en el mismo canal emocional y, de esta forma, procurar el placer, evitar corazones rotos, confusión o que simplemente seas un mal recuerdo.
Hay un mito que dice que el sexo casual nos va a dejar con una sensación de vacío y eso es falso.
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El sexo sin sentido provoca una sensación de vacío, pero ese se puede llegar a tener hasta en matrimonios monógamos y longevos.
La realidad es que el sexo casual puede tener mucho sentido y ser algo muy divertido, poderoso, placentero, satisfactorio y hasta sanador. Y para que esto suceda, es nuestra responsabilidad generar las situaciones adecuadas para que tanto nosotros como nuestras parejas podamos disfrutar de una vida sexual maravillosa, consensuada y placentera.
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