Maurice, un gallo que ya se ha vuelto súper famoso en Francia, podrá seguir cantando por las mañanas pese a los intentos de sus vecinos por hacerlo callar.
Y esto es porque un tribunal francés rechazó ayer la demanda de una pareja de jubilados que acusaban al ave de despertarlos demasiado temprano. La sentencia ya es considerada como toda una victoria de las tradiciones rurales en Francia.
“No tengo palabras. ¡Ganamos! Es una victoria para toda la gente en mi misma situación. Espero que cree un antecedente”, dijo satisfecha Corinne Fesseau, la dueña del gallo, cuya victoria ha llegado a los titulares de muchos medios internacionales.
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“Todo el mundo va a ser protegido después de esto: las campanas, las ranas, etc.”, agregó Corinne, aludiendo a otras demandas similares contra los ruidos del mundo rural de Francia, que a menudo crea discusiones entre los que han vivido ahí toda la vida y los que llaman neorrurales.
Corinne incluso propuso entusiasmada: “¿Y si se hiciera una ley Maurice para proteger los ruidos rurales?”.
Por lo pronto, “Maurice ganó y los demandantes tendrán que pagar a su propietaria mil euros por daños y perjuicios”, declaró Julien Papineau, abogado de la propietaria del ave al salir del tribunal de Rochefort.
Foto: AFP
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Un artículo en el New York Times, camisetas con el lema “Let me sing” (déjenme cantar), una petición para “salvar a Maurice” que consiguió más de 140 mil firmas. El gallo Maurice se convirtió en los últimos meses en un símbolo de la Francia rural amenazada por la modernización.
El natural cacareo al alba de Maurice molestaba a una pareja de jubilados, dueños de una vivienda que usaban como casita decampo en la turística isla de Oléron, en el suroeste de Francia, que llevaron el asunto hasta los tribunales.
No es un juicio de “la ciudad contra el campo. Es un problema de perjuicio sonoro. El gallo, el perro, la bocina, la música (…) se trata de un caso sobre el ruido”, dijo el 4 de julio Vincent Huberdeau, abogado de los demandantes.
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Pero la dueña del gallo argumentó ante el tribunal que nunca antes había recibido quejas por el cacareo de Maurice. “Los gallineros siempre han existido. Entre 40 vecinos, sólo molesta a dos”, aseguró.
Para ella, “el campo tiene derecho a sus ruidos. El gallo tiene derecho a cantar“.
El alcalde de la ciudad, Christophe Sueur, coincidió con la dueña de Maurice: “Siempre hemos vivido entre huertas, gallineros, tenemos una vida bastante tradicional”.
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Para verificar lo que decía la pareja de jubilados sobre cómo Maurice supuestamente perturbaba su sueño, el tribunal envió a un funcionario a que durmiera tres noches seguidas en la casa de los demandantes para que analizara la hora y el volumen del cacareo.
¿Cuál fue la conclusión del funcionario? Maurice canta “intermitentemente” entre las 06:30 y las 07:00 horas, y no desde las cuatro de la madrugada como afirmaba la pareja. Además, el ruido era “audible”, pero con sólo cerrar las ventanas se escuchaba bastante menos.
Así fue como el tribunal falló a favor de este gallo y condenó a la pareja a pagar mil euros por “haber actuado de manera abusiva al presentar una demanda”, sin antes haber intentado resolver el asunto con su vecina.
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Aunque puede no parecer muy importante, el caso de Maurice ilustra los temores de algunos de que el mundo rural en Francia desaparezca debido al declive de la actividad agrícola y ganadera, y el hecho de que cada vez más jóvenes se van a la ciudad.
Bruno Dionis du Séjour, alcalde de la pequeña localidad de Gajac, en el suroeste de Francia, publicó una enardecida carta para defender el “derecho” de las campanas de las iglesias a repicar, de las vacas a mugir y de los burros a rebuznar.
La alusión a las campanas se debe a una disputa acontecida en 2018 en un pueblo de la región de Doubs, donde una pareja pasaba un tiempo en su casa de campo y se quejaron de que estas repicaban a las 07:00, demasiado temprano según ellos.
Bruno Dionis du Séjour defiende taaanto los ruidos del campo, que ha propuesto que sean clasificados como “patrimonio nacional” francés.
*Con información de AFP